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A San Agustín se atribuye la frase de que “quien canta, reza dos veces”. En el caso de los estacioneros no solo rezan por partida doble, sino transmiten ese sentimiento reflexivo sobre la pasión y muerte de Jesús a quien los escucha. No solo preservan y transmiten estos sones por generaciones, sino confieren la máxima espiritualidad al solemne del Viernes Santo.

“Te mentiría si te dijera que esto es solo una tradición. En realidad venimos con toda devoción. Es una promesa que tenemos en familia, de salir de una u otra manera a acompañar las actividades en la Semana Santa en nuestra comunidad y en la ciudad de Ñemby”, confiesa Aldo Centurión (36) quien lleva 15 años como parte del grupo. Pertenece a la Sociedad Amparo Seguro de los Cristianos de la compañía Rincón donde también lo acompañan sus hermanos Víctor y Miguel Ángel Centurión. Ahora se sumó su hijo Mateo Luciano, de 5 añitos.

La actividad de los estacioneros se centra en el Viernes Santo para celebrar la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Acompañar fervorosamente con el canto para que sea lastimero y ayude a la reflexión y oración, es la premisa.

Este año los estacioneros con su participación rindieron también un homenaje a quien fuera uno de los grandes maestros e impulsores, don Gerónimo Romero, quien falleció el 13 de octubre de 2024 a los 83 años, comenta Pablo César Vera (47), maestro de lectura.

Los estacioneros dan vida a la comunidad en estas fechas desde las capillas de la compañía de donde provienen. Activan dos grupos, el de la Sociedad Amparo Seguro de los Cristianos de Rincón, fundada en 1948 y la Sociedad Auxilio de los Cristianos de Rincón, fundada en 1957. Estas sociedades son el semillero donde se forman los niños y jóvenes en el arte de cantar tal como lo hacían sus antepasados. “Aquí todos somos parientes o amigos. Hay padres con sus hijos y nietos con sus abuelos. Vamos cantando de generación a generación”, agrega Vera.

La regla es para todos. Si no que lo diga el pequeño Lucca quien a los 3 años integra el grupo con su padre Lucas Ruiz. “Yo misma le hice la capa a Lucca”, dice orgullosa su madre Alejandra Rivas.

Y para mantener la letra anotan sus canciones y oraciones en amarillentos cuadernos que se convierten en sus reliquias.