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Con el agua llegó la vida a la zona Pilcomayo. Al río se sumaron las intensas lluvias caídas en las últimas semanas, superando el promedio de 350 milímetros de precipitaciones.
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Al llenarse de agua los esteros, lagunas y tajamares, el paisaje apocalíptico generado por una dramática sequía, que se extendió por cuatro largos años, cambió por completo: la fauna silvestre se adueño de cada uno de los espacios que se cobijó con el agua.
Las lagunas pronto fueron pobladas por dos especies que son dueñas de los esterales: yakarés y carpinchos. La primera pregunta que surge es ¿donde estuvieron en estos últimos años?
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La respuesta es sencilla: migraron en busca de agua para evitar la muerte. En el caso de los carpinchos (Hydrochoerus hydrochaeris), estos animales son capaces de soportar largas caminatas en busca de agua.
El carpincho, también conocido con el nombre de capibara, está considerado como el rodeor más grande del mundo y se extiende en forma amplia en toda América del Sur. En tiempos de escases de agua, tal como sucedió en el Chaco paraguayo, estos animales se trasladan a otras zonas en busca del líquido vital.
Lo mismo sucede con los yacarés. En la zona del Pilcomayo predomina el yacaré hu (Caiman yacare) que tiene como característica más visible el hocico alargado y puntiagudo. La población del yacaré hu tuvo una fuerte presión generada por la cacería.
El lomo del yacaré hu se encuentra fuertemente acorazado, pero en los flancos tiene una piel muy delicada, con matices de colores. Esto explica la alta demanda generada en torno a su piel por la industria del calzado.
Prohibición de caza
Las fuertes medidas de protección impuestas por la Convención Internacional de Especies Silvestres (CITES) permitieron que nuestro país pueda observar una alta repoblación de estos réptiles.
Paraguay comercializaba las pieles de yacaré, así como de carpincho y de iguana (teju guazú), pero sanciones impuestas por CITES tuvieron como resultado el cierre de nuestro país al comercio internacional de pieles silvestres.
Las comunidades indígenas quedaron sin una fuente de subsistencia importante. Lamentablemente la falta de garantías en la utilización de los cupos de caza terminó conduciendo todo el proceso al fracaso. Paraguay ya no puede exportar pieles de animales silvestres.
Con el carpincho sucede otro tanto: su piel es muy apetecida y ésta especie se encuentra amenazada por la cacería furtiva. Aunque ya no se exporta, sigue en situación de riesgo.
El carpincho tiene un elemento en contra: es sumamente amigable y dócil, por lo tanto fácilmente puede ser cazado. No es raro encontrarlo en las viviendas del Chaco como un animal doméstico más.
El yacaré, en cambio, ante la menor sospecha de peligro opta por la huida. No son agresivos, salvo que se sientan amenazados. Basta un pequeño ruido para que huyan en forma presurosa a la protección que les brinda sumergirse en el agua.
Hablando de sumergirse, en tiempos de sequía, el yacaré tiene la capacidad de reducir su metabolismo al máximo. Ingresa en el barro y puede permanecer allí hasta un par de semanas, consumiendo exclusivamente su reserva corporal para mantenerse con vida.
Competencia por el agua
En el Chaco, por lo general, los propietarios de establecimientos no admiten el ingreso de cazadores. Esto permite que la población de la fauna silvestre aumente en forma progresiva. El problema se presenta en tiempos de escases de agua porque todos compiten por el mismo recurso.
Y aquí debemos mencionar un animal muy particular: el cerdo. Hay manadas enteras de cerdos salvajes, llamados kure oga. Son animales que escaparon de viviendas, se adaptaron a la vida salvaje y bastan dos generaciones para que aparezcan en la bosca unos colmillos bien visibles, que por cierto inspiran temor.
Las manadas de kure oga son peligrosas en extremo. No es necesario que se sientan amenazadas para que ataquen. Estos animales son perjudiciales porque destruyen las reservas de agua al instalarse en ellas, por eso no es raro que los mismos empleados de establecimientos procedan a cazarlos.
La carne del kure oga no es apetecida, según dicen por el fuerte aroma que despide.
Caza controlada
Un mecanismo de control de la población de animales es la cacería bajo supervisión del Estado, a través del Ministerio del Ambiente. En el caso que nos ocupa, se tiene una gran población de cerdos salvajes. Estos animales generan tremendos problemas en los sitios donde proliferan porque destruyen las reservas de agua.
La facilitad con que se reproducen explica el gran número que se puede encontrar de kure oga. Se los puede ver en numerosas manadas, recorriendo los campos e instalándose dentro de los tajamares y lagunas.
Tal como sucede con las palomas, verdaderas plagas en el Chaco Central por la destrucción que generan en las plantaciones de maní y sorgo, la población de cerdos salvajes puede ser controlada con la cacería. Será un gran aporte para los animales silvestres que pelean con los kure oga por el mismo espacio de agua.
La abundancia de agua devolvió la vida a la zona del Pilcomayo. Las precipitaciones junto con el río pusieron fin a una sequía que se extendió por cuatro largos años.
Ahora nos toca disfrutar de paisajes increíbles, en un sitio único: el Chaco paraguayo regado por el Pilcomayo.