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Los católicos celebraron la fiesta de la Virgen de la Asunción con procesión náutica y una misa que se ofició en la Catedral Metropolitana. Hasta allí llegó un grupo del personal de blanco, que reclamaba aumento salarial.
En su homilía, el cardenal electo Adalberto Martínez resaltó el acontecimiento religioso y habló de los males que atraviesa el país.
“Al estado de corrupción pública y privada se suma en nuestros tiempos la acción del crimen organizado en sus diversas vertientes: tráfico de drogas ilícitas, tráfico de personas, lavado de dinero…, entre otros males actuales que, si no reaccionamos como Iglesia y como sociedad, terminarán aniquilando la institucionalidad de la República y será fuente de dolor y sufrimiento para toda la sociedad nacional”, sostuvo el religioso.
Tráfico de personas y desaparición de niños
Denunció el tráfico de personas y llamó la atención sobre “más de mil niños, niñas y adolescentes desaparecidos en los dos últimos años de pandemia”, que, según indicó, están con paradero hasta ahora desconocidos, según fuentes de la Policía Nacional.
“¿Dónde están; qué ha pasado con ellos; con qué fin han sido llevados del seno de sus hogares? Víctimas de trata de personas, adopciones ilegales y otros fines. Urgen acciones radicales para recuperar y defender a los más vulnerables. Urgen acciones decididas de las autoridades para detener y castigar el terrible crimen del tráfico de niños y niñas”, indicó.
Prevenir abusos
Martínez reconoció la evangelización deficiente de la Iglesia y aprovechó para pedir perdón por los daños y heridas causadas por miembros de la Iglesia a las personas más vulnerables, quienes se han encomendado al cuidado de la jerarquía y a quienes se les ha traicionado en su inocencia. Se comprometió a promover una profunda conversión para revertir y prevenir los abusos.
En otro momento, sostuvo que la Iglesia está vigilante para acompañar las demandas del pueblo, que busca amparo y reparo en las instituciones y en sus autoridades. “La acción de la Iglesia para atender los reclamos de los sectores sociales empobrecidos será siempre subsidiaria. La responsabilidad de una sociedad más justa es tarea de la política y de los políticos”, resaltó.
Fiscalía y Poder Judicial
En otro momento, recordó la preocupación que tuvieron los obispos en 1979 y que motivó una carta pastoral denominada El Saneamiento Moral de la Nación y al respecto apuntó que ese saneamiento no será viable si los órganos encargados de perseguir la corrupción y evitar la impunidad de los corruptos no cumplen a cabalidad su función constitucional. En este sentido, subrayamos de manera particular la responsabilidad del Poder Judicial y del Ministerio Público.
“La corrupción social es un pecado grave. Exhortamos a los cristianos que ocupan cargos de responsabilidad en la función pública, en especial a aquellos que tienen la función de investigar e impartir justicia en el Ministerio Público y en el Poder Judicial, que revisen si su actuación y sus decisiones son coherentes con sus convicciones religiosas y ciudadanas. Honremos la memoria de algunos valientes y ejemplares operadores de justicia, como el fiscal Marcelo Pecci, quien ha luchado y resistido contra el maléfico pecado del crimen organizado hasta derramar su sangre”, indicó.
Finalmente, dijo que la calidad de la democracia, de la política y de los políticos depende de una ciudadanía consciente de sus derechos y de sus obligaciones.