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Pacientes como Nahiara aguardan con mucha esperanza por un corazón, pero, tristemente, la Ley Anita solo garantiza que todo paraguayo sea donante a partir de los 18 años, y aún con la mayoría de edad se tiene muy en cuenta la voluntad expresada por la persona en vida. Esto significa que si la persona expresó claramente que no quería ser donante, aunque no se haya inscrito en el registro de objetores, de todos modos se respetará la decisión expresada por los familiares.
En el caso de los niños es más complicado aún, pues sobre estos deciden sus padres, y son muchas las familias como la de Nahiara, que se enfrentan a la negativa de otros padres que no quieren donar el corazón de sus hijos fallecidos. En este escenario, lamentablemente, la pequeña Nahiara ya perdió por lo menos dos oportunidades de recibir un nuevo corazón para librarse de la miocardiopatía que la aqueja y que ya se encuentra en fase terminal.
Muchos prejuicios y mitos: 400 objetores de la donación
La historia de esta niña es solo una de las miles que los médicos del INAT ven y sufren cada día, pues en nuestra sociedad todavía hay muchos prejuicios y mitos, que si se combatieran con más educación se lograría más apertura de la gente a esta práctica empática y humana.
Actualmente hay 400 personas que se inscribieron en un registro como objetoras de la donación.
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Estas personas en su mayoría son adultas, de descendencia extranjera (en algunos casos) y provenientes del interior del país, y en cuanto a los argumentos que esgrimen para oponerse normalmente apelan a la religión. Algunas añaden que tampoco aceptarían una donación en caso de necesitarla.
Se respeta lo que el fallecido expresó en vida
El doctor Gustavo Melgarejo recalcó que la ley busca el respeto absoluto a la voluntad del fallecido, por lo que se considera lo que este expresó en vida.
“Si quiso ser donante y lo manifestó, la familia tiene que aceptar ese pedido; es una especie de testamento que uno deja”, recalcó el médico.
A la vez, subrayó que órganos como el corazón y el hígado no tienen terapias alternativas, por lo que en estos casos es vital encontrar donantes compatibles.
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El facultativo opinó que el establecimiento de la Ley Anita llevará su tiempo y uno de los pilares que la fortalecerán es el factor educativo.
“Es muy difícil violentar a una familia en una situación de duelo, es una cuestión sensible, por eso es importante el diálogo en vida, para que la familia no sienta una agresión”, agregó Melgarejo.
El temor al “desmembramiento” del donante
“Las personas a veces interpretan mal, a veces son violentas con nosotros, tienen fija la idea del desmembramiento, cuando en la práctica la propia ley dice que eso no se puede hacer. El desfiguramiento es una de las cosas que la ley prohíbe; hay muchos mitos que hay que derrumbar y sobre todo perder el miedo”, dijo el facultativo.
Añadió que el complejo proceso del trasplante no depende exclusivamente de que uno se considere donante, sino también de que su condición física sea apropiada para que los órganos sean extraídos.
Por otro lado, lamentó la fragilidad del sistema, pues para hacer factible una donación la infraestructura hospitalaria debe tener la complejidad necesaria, de tal manera a mantener ese cuerpo y permitir que esos órganos sean viables.
Piden a médicos “no descartar ningún escenario”
El médico pidió encarecidamente a los profesionales que no descarten ningún escenario para la donación, sino que los del INAT sean los responsables de tomar esa determinación.
Tras la entrada en vigencia de la Ley Anita en el 2018, en el 2019 se llegó a la tasa histórica de 3,2 donantes por millón. Luego, en la pandemia la cifra bajó a nivel mundial.
En el ámbito latinoamericano somos uno de los cuatro países que levantaron la tasa en el 2021, pero este año otra vez decayó.