Criadazgo: destierro cruel

Seis décadas y media pasaron para que Ananía Araujo y Ramona Báez pudieran volver a abrazarse. Una historia que llena de emoción y que nos muestra que los imposibles se cumplen con un poco de esfuerzo. Pero la contracara de este episodio esperanzador tiene un lado nefasto: el motivo de su separación tiene como origen el criadazgo.

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El criadazgo es considerado en nuestros días como una forma de esclavitud moderna y las estimaciones de las organizaciones especializadas arrojan que actualmente existen unas 50 personas menores de edad en esta situación.

El criadazgo es una forma temprana y muy grave de vulneración de los Derechos Humanos que afecta principalmente a las niñas refiere el portal la organización Ayuda en Acción. Bajo este contexto, las hermanas fueron separadas cuando tenían 12 y 13 años respectivamente.

Una quedó en Paraguay y la otra fue llevada a Buenos Aires. En ambos casos con la “esperanza” de tener una vida mejor y mayores oportunidades económicas.

Nada más alejado de la realidad. A los ojos de la citada organización es la pobreza crónica y la privación material lo que empuja a las familias a confiar la educación y protección de sus hijos e hijas en manos de familiares y conocidos remotos o personas extrañas, con la esperanza de que puedan escapar del círculo generacional de la pobreza.

Sin embargo, muchos sabemos y conocemos casos en los que los deseos y la ilusión de una familia pobre se convierten en una vida llena de abusos, injusticias y maltratos para las criadas destinadas a familias extrañas que bajo el falso manto de “protección”, las esclavizan obligándolas a trabajos no acordes a su edad, privándolas de educación y oportunidades, las tienen cautivas robándoles su niñez y su adolescencia.

A Ramona y Ananía en este momento solo les importa abrazarse y compartir lo más que puedan como forma de recuperar el tiempo perdido. Ellas han tenido la suerte de reencontrarse y contar parte de su historia. Pero muchas niñas y niños que han padecido lo indecible bajo esta figura no tienen la misma suerte de estas hermanas.

De hecho, no existe legislación que pueda reparar al menos en parte el terrible daño causado por esta temprana esclavitud. Desterrar a un niño o a una niña del seno familiar y dejarle a su suerte es criminal.

Para peor, en pleno Siglo XXI, este tipo de abuso sigue siendo normalizado en nuestra sociedad pues “los patrones” fungen de buenos samaritanos cuando en realidad son perpetradores de crímenes que deben ser considerados de lesa humanidad.

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