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El prelado dijo que durante la pandemia, ”creíamos que nos comportaríamos mejor, que íbamos a ser más honestos y justos, más transparentes en la administración de los bienes públicos, pero nada de eso ocurrió”. Expresó que, así como muchos padecieron y murieron durante la pandemia, otros aumentaron considerablemente sus caudales a costa de la salud, la alimentación y la vida.
Mons. Ocampo, describió que la corrupción es un mal que nos lleva al empobrecimiento, a la miseria donde unos pocos disponen de recursos y otros carecen de ellos. Dijo también que tenemos nuevas autoridades municipales en el departamento y a nivel país y recordó que la ciudadanía depositó su esperanza en ellos.
Indicó que “todos tenemos esa esperanzas en las autoridades y que esos recursos sean bien administrados y lleguen a los destinatarios, a fin de que los más carenciados de nuestra sociedad accedan a los bienes y servicios básicos para vivir dignamente como ciudadanos e hijos de Dios”.
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Recordó que la responsabilidad ciudadana no termina en las elecciones, sino que la se debe actuar de contralor y exigir a las autoridades el cumplimiento de su compromiso con el pueblo.
Dijo que “estamos llamados al llamado al laicado, que apenas ha comenzado en la iglesia del Paraguay este año y que pretende contrarrestar estos males en nuestros respectivos ambientes.
Señaló apenado que Paraguay, un país inminentemente cristiano, es inadmisible que tengamos que sufrir tantos males, vicios, pecados, violencias, corrupción. Se preguntó “qué estamos haciendo los bautizados, los cristianos en los distintos ámbitos de la sociedad, creo que todos debemos de darnos cuenta de la responsabilidad y culpabilidad de estos hechos”.
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Comentó que como iglesia se tiene deuda aún con la evangelización, “hemos sacramentalizado y seguimos administrando sacramento por doquier, pero con una catequesis muy precaria y superficial”.
Reconoció que los catequizando llegan a los sacramentos sin haber tenido una experiencia o encuentro personal con Jesús, “les llenamos la cabeza de doctrinas sin que el evangelio les haya tocado el corazón”.
Refirió que siempre se habla de la necesidad de la conversión personal, comunitaria y pastoral y de la necesidad de una conversión ecológica, por el uso y abuso que hacemos de los recursos naturales. Por todo esto “creo que estamos fallando en nuestra pastoral evangelizadora”, expresó.
Señaló que si existieran cristianos convencidos no se hubiera tenido tantos males en la sociedad. Si los cristianos laicos hubieran asumido su rol de ser “sal y luz en sus ambientes” comenzando por la familia, todo hubiera sido diferente.
Finalmente dijo que si los pastores hubieran asumido su identidad de ser sacerdote, profeta y reyes, hubieran marcado la diferencia y se tendría una iglesia más consecuente con su misión, tendríamos una sociedad más justa, y todos hubiésemos vividos como hermanos.