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Durante los primeros párrafos de su carta al pueblo paraguayo, monseñor Valenzuela lamentó la crisis por la pandemia del nuevo coronavirus y expresó sus condolencias a todas las familias enlutadas por esta enfermedad. Pidió la unidad y la fe para poder enfrentar todos los problemas que trajo consigo el COVID-19.
Luego se enfocó en las cuestiones políticas. “Observamos con tristeza tantas muertes, tanta precariedad de infraestructuras en la salud pública, a pesar de la cantidad de nuevas unidades sanitarias habilitadas por causa de la pandemia; tantos profesionales de la salud sin suficientes elementos de trabajo y bajo salario; tanta corrupción en medio del dolor”, expresó.
Asimismo, cuestionó toda la impunidad en torno a la narcopolítica, que aprovecha la concentración de la opinión pública en la pandemia para que políticos recluidos recuperen no solamente su libertad sino también sus bancas en el Congreso de la República y todo tipo de privilegios, haciendo referencia al caso Miguel Cuevas.
Dijo que con estos hechos se desprecia “el estado de derecho y desafiando las Palabras del Señor. La narcopolítica es lastre y pesada carga para nuestro sufrido país”, manifestó.
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Luego citó al papa Francisco, quien suele exclamar: “¡Pecadores sí; corruptos no!”. Agregó en ese sentido que todos los pecadores son llamados a la conversión, “pero el corrupto es aquel que hace del pecado, del fraude, del contrabando, de la injusticia y del uso y abuso del poder un sistema endémico como un cáncer que hace metástasis”.
En ese sentido, agregó que no debemos dejar que el país zozobre por “unas cuantas almas sin piedad”. Calificó a Paraguay de un paraíso lleno de riquezas naturales, de gente linda, cordial, productiva y pacífica, que “es producto del amor de un Dios bueno y de las bendiciones de la Virgen María”.
En otro momento, aseguró que una mala política y administración de recursos, además de un enfoque erróneo del “proyecto país”, son factores que permiten que los ciudadanos sigan sufriendo mientras otros disfrutan de sus excesivos e indebidos privilegios. “En el plan de Dios y en las normativas jurídicas, nadie en particular tiene privilegios. Esta disposición es de sentido común para que todos tengan igualdad de oportunidades sin más requisito que la capacidad, los méritos y el espíritu de servicio”, señaló.
Monseñor manifestó que Paraguay necesita recuperar su “norte” para poner fin a la desigualdad, superar las luchas y confrontaciones estériles que nos hacen desiguales, para ganar la batalla contra quienes tienen una política de la marginación y “vencer a quienes se creen dueños de todo y pretenden eternizarse en el poder acumulando ilegal e ilegítimamente casi todo”.
Abogó por la meritocracia
Valenzuela señaló que no se debe esperar a que termine la pandemia del nuevo coronavirus para diseñar e iniciar la construcción de un país viable y justo para todos. Por ello, pidió que se utilice el talento y la inteligencia de los compatriotas que se especializaron y a pesar de sus altas calificaciones siguen esperando una oportunidad mientras los tomadores de decisiones acaparan el poder.
“El gerenciamiento de la cosa pública no está reservado para una especie de nueva realeza plutocrática que se atrinchera en los cargos entendidos como poder de dominio discrecional. ¡No! No puede ser así. No debe ser así. Cristo nos enseña que el “poder” es servicio porque Él mismo vino no para ser servido sino para servir y dar su vida como rescate por una multitud (cf. Mt 20,24-28)”, manifestó exigiendo meritocracia.
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Fin al prebendarismo y el clientelismo
En otro momento, resaltó la necesidad de poner fin al prebendarismo y el clientelismo, puesto que son solo “parches que prolongan la agonía de los más necesitados”. También pidió que se ponga un punto final a la venta de votos, para que cada uno se haga responsable y elija a quienes van a dirigir el destino del país.
“Prebendarismo, clientelismo, compra y venta de votos son la cara visible” de la corrupción, signos de que hemos perdido la vergüenza como sociedad y como comunidad nacional. Estas prácticas se han tornado tan recurrentes que la gente ya no se percata de la diferencia entre el bien y el mal y del daño que se hace a la nación”, lamentó.
Añadió que es consciente de que luego de la lectura de esta carta muchos dirán que la Iglesia no debe inmiscuirse en la política, pero se debe caminar juntos en un proceso que requiere de todos y no solamente de la “sabiduría de unos cuantos”.
Paraguay necesita líderes lúcidos y valientes
Para monseñor Valenzuela, el país necesita “líderes lúcidos, bien formados, con espíritu de servicio, mente amplia, honestos y verdaderamente patriotas”.
“En otras palabras, hombres nuevos, capaces de conducir a su pueblo hacia un destino de grandeza. No se debe seleccionar a los guías de la sociedad por simple afecto, simpatía o conveniencia particular. Selecciones de este tipo tienen su impacto y consecuencia negativos”, aseveró.
Dijo también que los impactos de la pandemia tienen un costo muy elevado, económicamente hablando, y en el futuro seguirá golpeando con mayor agudeza, por lo cual se requiere de “gestores honestos, íntegros, leales a la causa nacional”.
“Para que hoy pueda sobrevivir una franja desposeída de la población se depositó una pesada carga en los hombros de los hijos y nietos del mañana: grandes deudas y gastos innecesarios, déficit y enormes agujeros presupuestarios, quiebras de pequeños y medianos productores, desempleo e informalidad, que junto al contrabando y la corrupción vacían las arcas públicas y postergan las urgentes y necesarias inversiones sociales”, fustigó.
Además, señaló que es momento de hacer cambios profundos, pues tal vez mañana las consecuencias de la inacción lleguen a ser peores que el ataque del virus.
“Mientras el olvido, la marginación, la injusticia y los privilegios concentrados en pocas manos continúen en el Paraguay como políticas públicas de hecho, la violencia en cualquiera de sus formas será apenas una agria consecuencia marcada por la precariedad, el oportunismo político y la degradación humana”, señaló.
Además, lamentó que la víctima siempre sea la sociedad desorganizada y desamparada frente a un “poder sobreprotegido y reasegurado sólo para él mismo, para su egoísta y limitado universo”.
Recordó a los secuestrados
Monseñor además resaltó que no puede haber paz mientras no haya justicia ni se garanticen los derechos. Además, tampoco puede haber seguridad mientras trabajadores sean despojados de sus pertenencias en la vía pública.
“Como no hay paz hace tiempo en los hogares de Edelio Morínigo, Félix Urbieta y Óscar Denis. Para quienes mantienen secuestradas a estas personas u ocultan la verdad sobre ellas, exigimos en nombre de Dios, la Virgen de Caacupé y las leyes del país que pongan fin a sus crímenes y se sometan a la Justicia”, exclamó.
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