Tejedoras aimaras bolivianas ayudan a salvar a niños con cardiopatías

LA PAZ. El arte de las tejedoras aimaras es hoy una valiosa ayuda a la ciencia para fabricar artesanalmente dispositivos únicos que conceden una nueva oportunidad de vida a niños que sufren cardiopatías congénitas en Bolivia y en otros países.

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Se trata de una trabajo minucioso, que requiere de meses de entrenamiento, mucha paciencia, un buen pulso y uso de tecnología, dijo a Efe Karina Iturri, una de estas tejedoras.

Los dispositivos se hacen en la ciudad de La Paz en la empresa PFM, liderada por el pediatra boliviano Franz Freudenthal, quien inventó estos aparatos que han salvado la vida de al menos 500 niños en Bolivia y en el mundo a más de 50.000 con afecciones cardiacas.

El médico Freudenthal ha sido objeto de reconocimientos sobre todo internacionales por haber inventado los dispositivos.

Las veinte mujeres que trabajan en el proyecto, aimaras o con raíces aimaras, tienen la responsabilidad de tejer los dispositivos para solucionar las cardiopatías infantiles sobre unos moldes circulares de acero con un solo y delgado alambre de nitinol (aleación de níquel y titanio), lo que hace que el producto sea único.

Las afecciones que se tratan con estos dispositivos son el ductus arterioso persistente y la comunicación interauricular, por lo que es necesario tejer el equipo en diferentes tamaños, dependiendo de la dimensión del problema en el corazón.

“Al principio es complejo, a mí me han hecho llorar algunos tejidos porque el alambre es delgado como un cabello y hay que tener mucho cuidado que no se doble ni se desgaste o se rompa porque ya no sirve”, dijo Iturri, quien teje desde hace diez años estos dispositivos.

Ella como todas las demás tenía conocimientos previos en tejidos que les fueron transmitidos por sus madres, pero para hacer este equipo médico se entrenó durante tres meses en una escuela de tejido no solo en la técnica, sino en buenas prácticas de manufactura.

“Esos tres meses les sirven también como un entrenamiento en cómo deben vestirse, hábitos de limpieza para trabajar en la fabricación de dispositivos y así ofrecer un producto de la mejor calidad”, explicó a Efe la responsable de control de calidad, Olga Murguía.

Iturri rememoró las sensaciones de la primera vez que el doctor Freudenthal le contó que su tejido fue implantado a una niña y que logró salvar una vida con sus habilidades como tejedora.

“Es una gran responsabilidad para todas las que hacemos los dispositivos porque se puede salvar una vida y se puede dar una oportunidad, es lo mejor que una persona puede hacer por otra”, sostuvo Iturri.

Otra de las tejedoras, Julia Yapita, afirmó a Efe que este trabajo supone una alegría para ella y las demás, ya que se sienten orgullosas de contribuir con sus habilidades para dar una segunda oportunidad a un niño enfermo.

“Sabemos que no es como tejer una prenda, sabemos que va a ir a un corazón y eso no es chiste, por eso le ponemos nuestros cinco sentidos y todo el interés para que salga bien”, subrayó.

Cada una de ellas tarda en hacer un dispositivo muy pequeño entre 40 a 60 minutos y uno un poco más grande hasta dos días por la complejidad del tejido. Al mes tejen, en total, al menos 120 dispositivos.

Murguía explicó que el tejido es el primer paso en realizar estos dispositivos, ya que después pasan por un tratamiento térmico en un horno y luego se le da la forma al tejido dependiendo a qué afección está destinado curar.

Después de este proceso pasa por control de calidad, se sutura una membrana, luego se desinfecta y se monta en el sistema de liberación, una especie de armazón hecho de resortes y delgados tubos que se usa para introducir el dispositivo en el paciente.

“Estas mujeres merecen mucho respeto porque son las que trabajan con mayor detalle, paciencia y la habilidad manual muy grande”, dijo el doctor Freudenthal en declaraciones a Efe.

Agregó que todas aportan al primer objetivo de la empresa que es dar al paciente el mejor dispositivo del mundo. “Nosotros sabemos que lo podemos hacer y lo hacemos”, añadió.

Una parte de este equipo médico se dona para tratar a los niños con bajos recursos que no pueden pagar por uno de estos.

Este dispositivo llega a Europa, también a parte de Asia y a países latinoamericanos como Argentina, Perú, Colombia y Brasil.

Freudenthal fue galardonado en 2014 con el premio Innovadores de América en la categoría Ciencia por la creación de este equipo.

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