“¡Vengan, vengan¡”, grita un vecino de Río Alejandro, una pequeña y humilde localidad situada en la provincia de Colón, en el atlántico panameño. En minutos, decenas de curiosos se agolpan en una descuidada cancha de baloncesto, donde Gardin, conocido como “pelacocos” o “Mister T”, se dispone a realizar su hazaña.
Gardin logró pelar un coco en ocho segundos varias veces. El acto atrajo a varios operarios de la luz y hasta dos policías que observaban estupefactos. Muchos trataron de captar imágenes con sus teléfonos.
“Pelar un coco no es tan fácil como ustedes piensan. Para pelar un coco tienes que tener concentración, fuerza en la mandíbula, fuerza en los dientes y poder de Dios”, dice el taxista al dirigirse al público.
Aunque sus vecinos lo han visto hacer otras cosas increíbles con sus dientes, nadie se explica por qué a Gardin no le dan el Guinness, a pesar de innumerables visitas de reporteros y del pedido de apoyo que ha hecho a la Presidencia.
“Yo lo que quiero es entrar a los récord Guinness porque sé que tengo los méritos”, declara Gardin a la AFP, asegurando que es capaz de pelar 500 cocos en seis horas ó 38 en ocho minutos.
Su vecino Juan Bello achaca la situación a la falta de apoyo económico. “Es el mejor pelando cocos. Lo que él hace, nadie lo puede hacer y se merece el premio, pero no lo quieren apoyar”, enfatizó.
“Mr. T” hace cuentas y calcula que ha pelado “más de 100.000 cocos” desde que tenía 11 años, edad en la que vio cómo su padre furioso pelaba con los dientes un coco que minutos antes le había caído sobre la cabeza, dejándolo inconsciente.
“Cuando me preguntan quien es mi padre y digo que es el que pela cocos con los dientes, me dicen que no pueden creerlo”, manifestó Diana, la menor de las seis hijas que tiene Gardin.
Mientras tanto, en la vieja cancha deportiva Gardin deja de pelar cocos y usa sus dientes para levantar a un joven y mover dos autos, previamente amarrados, a punta de dentadura.
Sin embargo, como todo superhéroe, tiene su talón de Aquiles: “Podrá pelar cocos, pero cuando le echo mentol tras cortarse el pelo le duele y salta”, relata su peluquero, Cristino Ortiz.
Así, el espectáculo termina y el viejo taxi amarillo con la puerta abollada y el mensaje “Dios es bueno” vuelve a la rutina, conducido por el “pelacocos” más famoso de Colón.