Son los únicos supervivientes de una invasión de zombis a la que luchan por escapar.
La escena implica a casi 430 participantes y tiene lugar hasta la madrugada en esta localidad de 7.200 habitantes, 70 km al sur de Madrid, en el marco de un gran juego, “Survival Zombie”, que celebra su 22ª edición en España.
Cada una de ellas, organizadas en los cuatro rincones del país, atrae más adeptos: hasta 3.000 las mayores, con tanque y helicóptero incluido. La mayoría de los participantes son hombres, de 17 a 40 años, aunque el juego está abierto a partir de los 10.
Pablo Lueiro, de 33 años, y sus amigos Juan Carlos Fernández, de 44 años, y Kathy González, de 23 años, son adictos a esta adrenalina y acumulan ya varias noches en vela huyendo de los monstruos.
“Mientras juegas, te estás creyendo casi que luchas por sobrevivir” , explica Pablo, que trabaja en el sector de los videojuegos. “Hay mucho miedo psicológico”, agrega, mientras Juan Carlos, equipado con una lámpara y walkie-talkies, se dispone a escapar por las calles del pueblo ante la mirada curiosa de los vecinos.
Quien cae en manos de los muertos vivientes se convierte en uno de ellos, previo paso por la mesa de maquillaje.
Con los brazos cubiertos de sangre y un bebé colgando de sus entrañas abiertas, Noelia Vacías, jefa de una banda de zombis, explica su gusto por este personaje por su proximidad con el ser humano.
“Un zombi no tiene capacidades fantásticas como otros personajes” de ciencia ficción, afirma. “Antes de ser zombis, eran personas normales (...) pero no se cansan nunca y por eso son angustiantes”, agrega esta técnica en logística de 35 años con los ojos cubiertos por lentillas blancas.
Los zombis están de moda desde principios de los años 2000 en el cine, la literatura y los videojuegos, constata Jérôme-Olivier Allard, doctor en Estudios Cinematográficos de la universidad canadiense de Montreal, aludiendo al videojuego Resident Evil, un clásico nacido a finales de los 1990, o más recientemente a la serie de televisión The Walking Dead.
Del individuo drogado por un brujo, relacionado con el miedo a la esclavitud en el Haití del siglo XVIII, se pasó a un cadáver andante ávido de carne humana en 1968 en la película La noche de los muertos vivientes de George A. Romero. Después mutó, convirtiéndose en el nefasto resultado de una experiencia científica, para desembocar en epidemias en un contexto de fin del mundo, enumera.
Tradicionalmente mudo y torpe, el zombi puede ahora correr e incluso hablar, lo que indigna a los puristas.
A principios de los 2000, invadió las calles de Estados Unidos con marchas que podían reunir a miles de personas, antes de propagarse por los cinco continentes. En Gran Bretaña, el juego “2.8 hours later” se inspira en la película de culto 28 Days Later de Danny Boyle, en que una epidemia transforma a los habitantes en criaturas sedientas de sangre.
“Nuestras sociedades modernas están obsesionadas con el fin de los tiempos” , señala Maxime Coulombe, sociólogo y autor de “Pequeña psicología del zombi”.
Catástrofes ambientales, guerra nuclear o pandemia: la amenaza está omnipresente y obnubila a los adeptos al supervivencionismo, que construyen refugios y acumulan reservas de agua y comida. El juego, por el contrario, exorciza el miedo a tener que sobrevivir en caso de necesidad, explica Allard.
De vuelta a Olías del Rey, el “soldado” Enrique Morales, de 23 años, con casco, gafas negras y fuertemente armado, está de acuerdo: con este juego “uno puede aportar su grano de arena a simular un apocalipsis zombi”, explica este ingeniero en telecomunicaciones que habría querido ser militar profesional.
Pero ¿por qué zombis y no otros monstruos? Para Diego de la Concepción, que fundó “Survival Zombie” en 2012, se trata simplemente de responder a la demanda. “Hemos intentado hacerlo con otras temáticas, con ’aliens’ y ’predators’, y no tienen tanta acogida”, explica.
El zombi es lo que queda de nosotros una vez muertos, analiza Coulombe. “No se trata de encarnar a otra persona, como cuando interpretas a un caballero o a un mago. Por el contrario, hurgamos en nuestra propia identidad en un contexto de supervivencia”.