Ataviadas de máscaras y tubos de buceo, estas mujeres con medio cuerpo cubierto simulando un pez, son alumnas de una escuela de sirenas en Holanda.
Las aprendices, que llevan las piernas ceñidas en una licra con motivos acuáticos, descubren por primera vez la vida de mujer pez, jugueteando con su nuevo apéndice azul y verde en un centro acuático de Zeist, en el centro del país.
Es aquí donde Crystal, sirena de profesión, abrió en colaboración con un centro de buceo “la primera escuela profesional” de Holanda. Hoy cuenta con un centenar de alumnas.
“¡Es el sueño de todas las niñas!”, sonríe una de ellas, Marijke, de 27 años. Canta y se peina el pelo como Ariel, la sirenita de Walt Disney. ¿Nadie tiene un tenedor?”, añade con una carcajada.
Fan de La Sirenita, esta joven se atreve por fin a sumergirse en el mundo fantástico inspirado en “la primera sirena” Annette Kellermann (1887-1975), campeona de natación sincronizada y actriz australiana, y en la película Splash (1984), protagonizada por Tom Hanks y Daryl Hannah.
Nacido en Estados Unidos y Australia, el “mermaiding” (sirenismo) cuenta ya con una decena de establecimientos en el mundo, de España a Filipinas, pasando por Francia o Singapur.
Con bañador y aletas negras, Crystal -Marijke Pie, por su verdadero nombre- acompaña a sus alumnas mientras tratan de ejecutar con dificultades una danza del vientre acuática. ¿La técnica? La “cabriola del delfín": mantener los pies juntos, no flexionar demasiado las rodillas y, sobre todo, hacer trabajar los abdominales.
“El movimiento comienza en la cintura y desciende hacia la parte inferior del cuerpo”, comenta la nadadora de 28 años, con la melena húmeda cayéndole por los hombros.
Y la actividad física se intensifica cuando Crystal se pone su disfraz de 15 kilogramos de peso. Un traje a medida de un precio que ronda los 3.300 dólares encargado por internet a una empresa estadounidense con tanto trabajo que tarda entre 9 y 12 meses en entregarlo.
Con su cola de silicona de escamas turquesas bordadas de oro, su bikini de lentejuelas, sus pendientes en forma de estrella de mar y su carcola de nácar en el pelo, la misteriosa criatura se siente “libre”.
“Puedo ir a cualquier lado. Me siento más elegante, más bella en el agua. Y estoy lejos de la presión de las tecnologías” , cuenta esta joven que ahora puede bajar a pulmón a 20 metros de profundidad y contener la respiración durante más de tres minutos y 45 segundos.
Pero convertirse en sirena exige meses de trabajo.
De aprendices de “selkies” , las criaturas mitológicas con piel de foca de las leyendas gaélicas, las alumnas pueden pasar a convertirse luego en “sirenas”, modelos subacuáticas capaces de hacerse un maquillaje “waterproof” y de posar en el agua para el objetivo.
Y entonces, el gran salto. “Bajo el mar”, estas jóvenes desarrollan su técnica de apnea, aprenden a hacer círculos de aire en el agua y aspiran a convertirse en una “mujer al servicio del mar” , como la militante de los océanos Hannah Fraser.
Ésta, más conocida como Hannah Mermaid, nada con tiburones, tortugas y leones de mar: “para inspirar y educar a la gente sobre la importancia de la vida marina” , cuenta en su biografía en internet. Ha participado en varias películas y documentales, entre ellos el oscarizado “La bahía de la vergüenza” , sobre la caza de delfines en Japón.
Establecida en Los Ángeles, la australiana es una fuente de inspiración para las sirenas del mundo entero. Y el ídolo de Crystal. Pero el público holandés no parece preparado para la llegada de mujeres y hombres pez (también hay algunos tritones) a sus pantallas y piscinas, como muestran los ojos como platos de los bañistas de la piscina de Zeist.
“¡Qué miren! Yo me lo paso en grande”, dice la alumna Marijke.