No se pudo realizar un seguimiento al libro al no existir entonces un registro informático exhaustivo de los préstamos como el actual.
Se trata de la novela La odisea del Ulysses, de Alistair MacLean, editada por Destino, que desapareció de la biblioteca central de la localidad de Gandía (Valencia, este español) y que fue depositada hace unos días en un buzón de libros prestados que funciona las 24 horas del día.
Junto al ejemplar de 1962, el ciudadano anónimo devolvió también la obra juvenil El vecino, de R.L. Stine, de 2003, sin ninguna nota adjunta que desvelara los motivos ni la identidad de su propietario, según relató a Efe el responsable de la red de bibliotecas públicas de Gandía, Toni Ordiñana.
“No nos había ocurrido algo así nunca”, aseguró Ordiñana, quien señaló que aunque este gesto no deja de ser una anécdota es también generoso: “Nos hace pensar que la gente valora nuestro servicio, nos aprecia y se preocupa por restituir” los libros.
El ejemplar de La odisea del Ulysses, de MacLean, conserva la etiqueta de la antigua biblioteca, con el lema “Servicio nacional de lectura” y el cuño de Gandía, pero no aparece la fecha del último préstamo porque se da la circunstancia de que el libro “desapareció” de la biblioteca hace aproximadamente medio siglo.
Mantiene también la inscripción de la época de que el ejemplar debía “cuidarse, forrarse y no mancharse” y la advertencia de que cada día de retraso en la devolución devendría en dos pesetas de sanción. Al cambio actual, ahora su lector “nos tendría que abonar unos 219 euros (unos 270 dólares)”, bromea Ordiñana.
La obra se encuentra en buen estado, salvo el deterioro normal por el paso del tiempo y la portada desencolada, pero conserva el valor de la encuadernación en tela y la etiqueta original de la época.
Ante la curiosidad que despertó este gesto en la ciudad y entre los usuarios de las bibliotecas municipales, los responsables del servicio estudian exponerlo en los próximos días en las estanterías de “novedades” que preside la entrada de la biblioteca central, con el mensaje “Bienvenido a casa de nuevo”, señala el técnico municipal de bibliotecas.
El otro libro devuelto más de una década después es la novela juvenil El vecino, escrita por R.L. Stine y editada en 2003, de menor valor editorial, que formó parte del fondo de la biblioteca y que, según explica Ordiñana, seguramente fue dada de baja pasados unos años y eliminada del catálogo.
En aquella época tampoco existía un registro informático exhaustivo de los préstamos como el actual, que habría posibilitado detectar el camino que recorrió este ejemplar y la última persona a quien fue prestado.
Actualmente, ante las demoras en las devoluciones, el sistema de la red municipal de bibliotecas españolas avisa por correo electrónico pasado un mes del retraso; si no se responde, da una segunda alerta al mes siguiente, y en caso de que sea reclamado por otra persona se opta por llamarle telefónicamente para que tenga un efecto “más disuasorio”.
La sanción económica no se contempla “porque el valor económico de la obra es menor que el gasto que supone realizar la gestión administrativa”, por lo que se confía en el buen hacer de cada persona, explica Ordiñana.
“A los buzones de devolución nos han llegado libros de colecciones privadas de personas que los ceden porque así curan su conciencia” y para no tirarlos a la basura, pero es la primera vez que se retorna un libro propiedad de la biblioteca con más de una década de antigüedad.
“Bienvenido sea”, bromea su custodio.