La oxitocina, conocida como “la hormona del vínculo”, no solo refuerza los lazos entre humanos; también sostiene la relación entre las personas y sus animales de compañía.
Diversas investigaciones han mostrado que interacciones positivas —desde mirarse a los ojos hasta jugar— pueden elevar los niveles de oxitocina tanto en perros como en sus tutores, con efectos asociados a bienestar, apego y reducción del estrés.
Aunque la evidencia es más sólida en canes, expertos señalan que muchos principios aplican también a gatos y otras especies, con matices propios.
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A continuación, cuatro actividades cotidianas, respaldadas por la ciencia del comportamiento y la veterinaria, que pueden activar ese circuito del bienestar compartido.
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1. Miradas, caricias y atención plena
Un estudio clásico de 2015 del equipo de Miho Nagasawa en Japón demostró que el “mutuo mirar” entre perros y sus cuidadores estaba relacionado con aumentos de oxitocina en ambos, un bucle de retroalimentación que fortalece el vínculo.

Las caricias lentas y rítmicas —especialmente en áreas donde el animal se siente cómodo, como pecho, cuello o base de las orejas en perros— pueden provocar respuestas similares.
En la práctica, se traduce en momentos breves de conexión sin distracciones: sentarse a la altura del animal, permitir que se acerque por iniciativa propia, mantener un contacto visual suave (evitando la fijación directa en individuos tímidos) y acariciar con presión moderada observando señales de agrado —cuerpo relajado, cola suelta, acercamiento—.
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En gatos, la clave es el consentimiento: muchos prefieren caricias en mejillas y base de los bigotes y sesiones cortas. La calidad de la interacción pesa más que la cantidad.
2. Juego interactivo que respeta su instinto
El juego social es un disparador potente de estados afectivos positivos. En perros, tirar y traer, juegos de tira y afloja con reglas claras, y circuitos de olfato (nosework) combinan estimulación cognitiva con cooperación humano–canina.

El trabajo de olfateo, en particular, reduce el estrés y puede mejorar el autocontrol: esconder premios o usar alfombras olfativas permite que el perro “sea perro”, lo que se asocia a mayor bienestar.
En gatos, las sesiones de juego imitativo de caza con varitas y señuelos —seguir, acechar, atrapar— seguidas de alimento refuerzan el ciclo natural de depredación y satisfacción. Mantener sesiones de 5 a 10 minutos, varias veces al día, ayuda a evitar la sobreexcitación.

El uso de juguetes tipo rompecabezas en ambas especies añade desafío mental, un aliado para la regulación emocional.
3. Paseos y exploración compartida
La exploración del entorno, con tiempo suficiente para olfatear, es más que ejercicio físico: es comunicación y procesamiento de información. Permitir que el perro “lea el mundo” a su ritmo en parte del paseo —lo que algunos adiestradores llaman “sniffaris”— promueve estados calmados y puede favorecer la liberación de neuromoduladores del bienestar, incluida la oxitocina.

Los gatos también se benefician de entornos enriquecidos. Para quienes toleran arnés y correa, salidas controladas ofrecen estimulación sin riesgos. Alternativas en interior incluyen perchas en altura, rascadores, cajas y rotación de juguetes que incentiven la exploración segura.
La clave es ofrecer elecciones: cuando el animal elige, suele sentirse más seguro, y la seguridad es un sustrato del vínculo.
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4. Cuidado y entrenamiento con refuerzo positivo
El cepillado, el masaje suave y las rutinas de cuidado pueden transformarse en espacios de conexión si se hacen gradualmente y con refuerzo positivo (premios, voz amable).

Masajes de presión ligera y movimientos lentos, evitando áreas sensibles, pueden activar respuestas parasimpáticas de calma. En perros y gatos, asociar herramientas (peine, cortaúñas) con experiencias agradables reduce el estrés y facilita la cooperación.

El entrenamiento basado en recompensa, centrado en microhabilidades —sentarse, acudir al llamado, target con la nariz—, fortalece la comunicación y la percepción de “trabajar juntos”, un contexto social en el que la oxitocina suele actuar.
Evitar métodos aversivos no solo protege el bienestar; también preserva la confianza, ingrediente esencial del bucle oxitocínico.
La ciencia respalda que las interacciones positivas y consentidas son el corazón del vínculo humano–animal. Estudios como los de Odendaal y Meintjes (2003) ya habían sugerido aumentos simultáneos de oxitocina en humanos y perros durante sesiones de caricias, y trabajos posteriores ampliaron la comprensión del fenómeno.
En gatos, la evidencia es más heterogénea, pero la observación cuidadosa de señales corporales y el respeto por su estilo de interacción —más intermitente y controlado por ellos— maximizan los efectos beneficiosos.
En última instancia, más que “hacer más cosas”, se trata de hacerlas mejor: con presencia, consentimiento y consistencia. Cuatro actividades sencillas —miradas y caricias conscientes, juego interactivo, exploración compartida y cuidados con refuerzo positivo— pueden ser suficientes para encender, cada día, la química de la felicidad en tu mascota.
