El periodo de crecimiento define en gran medida la salud ortopédica que acompañará a un perro durante toda su vida. Entre el nacimiento y los 12–18 meses (más en razas gigantes), el esqueleto pasa por una fase de rápido desarrollo en la que la nutrición, el ejercicio y la prevención de lesiones marcan la diferencia entre una adultez activa o problemas crónicos como displasia de cadera, displasia de codo u osteocondrosis.
Veterinarios y organizaciones internacionales coinciden: lo que se haga —o se omita— en estos meses críticos se nota años después.
Lea más: El destete en perros: cuándo y cómo hacerlo de manera saludable
Por qué los primeros meses importan tanto
Los huesos de los cachorros crecen a partir de placas de crecimiento, zonas de cartílago que se osifican gradualmente. Hasta que se cierran, son vulnerables a sobrecargas, impactos y desequilibrios nutricionales.

En razas medianas y grandes, además, la genética predispone a ciertos trastornos; si a ello se suman dietas inadecuadas o ejercicios de alto impacto, el riesgo se multiplica.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
La base: una dieta de cachorro ajustada al tamaño
La recomendación más reiterada por colegios veterinarios y guías de nutrición (como WSAVA y FEDIAF) es sencilla: ofrecer un alimento completo y balanceado específico para cachorros, y en el caso de razas medianas, grandes y gigantes, optar por fórmulas “large breed”.
Lea más: Ansiedad por separación en perros: cómo calmar a tu cachorro desde antes de tu viaje
Estas dietas están diseñadas para controlar la densidad energética y el equilibrio calcio-fósforo, dos variables que, si se desajustan, favorecen crecimientos demasiado rápidos o una mineralización deficiente.

Suplementar por cuenta propia —especialmente con calcio— puede ser contraproducente. Incluso “extras” bienintencionados como lácteos, huesos o multivitamínicos pueden romper el equilibrio del alimento completo.
Los premios deberían representar una pequeña fracción de la ingesta diaria; como regla práctica, mantenerlos por debajo del 10% ayuda a no desplazar nutrientes esenciales.
El control del peso es otro pilar. Los cachorros con sobrepeso ejercen más presión sobre articulaciones en desarrollo. Los veterinarios recomiendan evaluar regularmente la condición corporal: costillas palpables sin exceso de grasa, cintura visible desde arriba y una ligera “elevación” abdominal de perfil.
Pesar al cachorro con frecuencia y ajustar raciones en función del crecimiento —no solo de lo que indica el saco— es una práctica sencilla que previene problemas.
Ejercicio sí, pero con cabeza
El movimiento es imprescindible para el desarrollo muscular, la coordinación y la salud mental del cachorro. La clave está en la dosis y el tipo de actividad.
Las sesiones deben ser frecuentes, variadas y de baja a moderada intensidad, privilegiando el juego libre en superficies con buena tracción. Saltos repetidos, carreras de larga distancia, subir y bajar escaleras como “entrenamiento” o ejercicios de impacto no son recomendables hasta que las placas de crecimiento estén cerradas.
Lea más: Guía esencial para enseñar a tu cachorro a hacer sus necesidades en el lugar correcto
La progresión gradual funciona mejor que los “picos” de actividad del fin de semana. Observar señales de fatiga —quedarse atrás, tumbarse, cambios en la marcha— ayuda a cortar a tiempo. Si tras el ejercicio hay cojera, rigidez o rechazo al movimiento, conviene pausar y consultar.
Entorno y prevención de lesiones
Los suelos resbaladizos son enemigos silenciosos de caderas, rodillas y hombros. En casa, alfombras antideslizantes, rampas para subir al sofá o al coche y evitar juegos de persecución en superficies lisas reducen el riesgo.
Mantener las uñas cortas mejora el agarre y la biomecánica de la pisada. En exteriores, priorizar césped o tierra frente a asfalto y evitar el calor extremo —que acelera la fatiga— también suma.
Visitas veterinarias, más que vacunas
Los controles periódicos permiten monitorizar el ritmo de crecimiento, detectar asimetrías o claudicaciones incipientes y ajustar la alimentación.
En razas predispuestas (como Labrador Retriever, Pastor Alemán, Golden Retriever, Rottweiler o Bernés), el veterinario puede recomendar programas de cribado de cadera y codo siguiendo estándares reconocidos, así como pautas específicas de ejercicio y peso objetivo.
Otro punto de conversación con el profesional es el momento de la esterilización. La evidencia reciente sugiere que, en algunas razas, hacerlo antes del cierre de las placas de crecimiento puede influir en la conformación ósea y el riesgo de problemas ortopédicos. La decisión debe individualizarse.
Suplementos: cuándo sí y cuándo no
Los ácidos grasos omega-3 de cadena larga, presentes en muchos alimentos para cachorros, pueden tener un papel antiinflamatorio beneficioso.
En cambio, la evidencia es variable para condroprotectores como glucosamina o condroitina en animales en crecimiento. La recomendación de base es evitar cualquier suplemento sin evaluación veterinaria, especialmente si el alimento ya declara ser “completo”.
Señales de alerta que no conviene ignorar
Cojera persistente, “salto de conejo” al correr, rigidez matutina, rechazar subir al coche, hinchazón en articulaciones o sensibilidad al tacto no son “cosas de cachorro”.
Un diagnóstico temprano —desde un esguince hasta una osteocondrosis— evita compensaciones y daños secundarios.
Lo que duele a futuro suele comenzar temprano
Cuidar huesos y articulaciones en la juventud no es una lista de prohibiciones, sino de decisiones informadas: una dieta equilibrada ajustada al tamaño, un peso saludable, juego variado y progresivo, suelo seguro y un veterinario que acompañe el proceso.
En muchos casos, esa combinación vale más que cualquier tratamiento que se pueda ofrecer años después.