Un legado ancestral
En cánidos salvajes, el acopio o caching es una estrategia para almacenar alimento y protegerlo de competidores.
Lobos, zorros y coyotes entierran sobrantes en lugares frescos y discretos para consumirlos después. Organizaciones como la American Kennel Club y manuales de etología canina describen el mismo patrón en perros domésticos, que pueden “guardar” tanto comida como objetos con alto valor emocional.
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Escasez, valor y memoria emocional
La conducta se activa cuando algo percibido como valioso no puede ser consumido o disfrutado en el momento. Si alguna vez hubo escasez, competencia con otros animales o castigos al comer/jugar, el perro puede aprender que “guardar” es más seguro.
Incluso con alimento abundante, la expectativa de que más tarde habrá hambre o interrupciones sostiene el hábito.
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Estudios de comportamiento señalan que el valor de un recurso aumenta con la imprevisibilidad y la interferencia humana.
Raza, edad y temperamento
Terriers y sabuesos, seleccionados para excavar y seguir rastros, suelen mostrar más enterramiento.
Cachorros y adolescentes exploran más y prueban estrategias de acopio. Perros ansiosos o muy sensibles a cambios en la rutina también lo exhiben con mayor frecuencia.
Refugios y protectoras reportan que animales con historias de privación tienden a “guardar” golosinas por más tiempo, aunque con manejo estable la conducta disminuye.
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El rol del ambiente
El aburrimiento, la falta de estimulación olfativa y la ausencia de espacios previsibles para masticar o jugar fomentan el enterramiento.
En hogares con varios animales, esconder recursos reduce la competencia directa. También influyen los olores: premios muy aromáticos disparan el impulso de “asegurarlos”.
Jardines con tierra suelta o mantillo facilitan el comportamiento; en interiores, muchos perros “entierran” bajo mantas o detrás de muebles.
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¿Es un problema o es normal?
En la mayoría de los casos es una conducta normal, intermitente y sin consecuencias. Conviene prestar atención si:
- aparece de forma repentina y compulsiva
- hay lesiones en patas o boca por excavar/masticar
- se acompaña de pérdida de peso, vómitos o diarreas
- coexiste con ansiedad por separación o guardia de recursos (gruñidos, rigidez, intentos de morder al acercarse)
Veterinarios y especialistas en comportamiento (ASVAB/AVSAB, Journal of Veterinary Behavior) recomiendan evaluar dolor, trastornos gastrointestinales, estrés crónico y conflictos sociales antes de rotularlo como “mala conducta”.
Qué recomiendan los especialistas
- Ajustá el ambiente: ofrecé lugares “permitidos” para excavar, como una caja de arena o un sector del jardín, y redirigí ahí la conducta. En interiores, usá mantas o alfombras olfativas.
- Enriquecé sin saturar: rotá juguetes, usá rompecabezas de comida, escondé pequeñas porciones para busca olfativa. Evitá montones de objetos disponibles todo el tiempo; la abundancia descontrolada puede aumentar el acopio.
- Hacé el acceso predecible: horarios relativamente regulares y reglas claras reducen la necesidad de guardar.
- Evitá el castigo: retar, perseguir o quitar a la fuerza aumenta la ansiedad y el valor del recurso. Practicá “soltá” y “dejá” con refuerzo positivo y canje de alto valor.
- Gestioná la competencia: alimentá por separado si hay varios animales y supervisá los recursos muy valiosos.
- Elegí masticables seguros: evitá huesos cocidos; los crudos o alternativos deben ser del tamaño adecuado y bajo supervisión. Enterrar comida puede contaminarla; retirala si pasó horas en tierra húmeda o calor.
- Si notás guardia de recursos o estrés: consultá con tu veterinario y, de ser necesario, con un etólogo clínico certificado para un plan de desensibilización y contracondicionamiento.
Recordá que no es “dominancia” ni “desobediencia”. Es una estrategia adaptativa que emerge según genética, aprendizaje y contexto. La conducta puede disminuir cuando hay previsibilidad, enriquecimiento adecuado y manejo respetuoso.
Qué observar en casa
- ¿Cuándo y con qué objetos aparece?
- ¿Dónde se entierra y quién está cerca?
- ¿Hay señales de tensión (rigidez, orejas hacia atrás, congelamiento)?
Registrar estos patrones ayuda a decidir si alcanza con ajustes ambientales o si conviene una evaluación profesional.