Perros rescatados protegen el legado maya de Chichén Itzá en México

En Chichén Itzá, perros rescatados se han convertido en guardianes de la ciudad sagrada maya. Llegaron desnutridos y enfermos, pero hoy cuidan las ruinas milenarias, ayudando a preservar uno de los principales sitios arqueológicos y declarados Nuevas Maravillas del Mundo.

José Antonio Keb Cetina, vigilante nocturno del Parque Arqueológico de Chichén Itzá, acaricia a un perro callejero en Chichén Itzá, estado de Yucatán, México, el 10 de julio de 2025.
José Antonio Keb Cetina, vigilante nocturno del Parque Arqueológico de Chichén Itzá, acaricia a un perro callejero en Chichén Itzá, estado de Yucatán, México, el 10 de julio de 2025.ALEX RUVALCABA

Cachimba deambulaba sola cuando llegó a Chichén Itzá para convertirse, junto con otros perros rescatados, en guardiana de la majestuosa ciudad sagrada de los mayas en el sureste de México.

Estos animales mestizos han arribado espontáneamente al lugar, donde está el templo piramidal de Kukulkán, a veces mal heridos, enfermos o desnutridos.

La mayoría quedó a su suerte durante la pandemia de covid-19, cuenta María Guadalupe Espinosa, directora de la zona arqueológica, en el estado de Yucatán, donde reciben alimento, vacunas, “mucho cariño y respeto”.

Turistas acarician a un perro callejero en el Parque Arqueológico de Chichén Itzá, estado de Yucatán, México, el 10 de julio de 2025.
Turistas acarician a un perro callejero en el Parque Arqueológico de Chichén Itzá, estado de Yucatán, México, el 10 de julio de 2025.

Ya son 20 perros “guardianes”, pero Cachimba, de pelo negro, es la “reina” pues llegó hace 10 años a la ciudadela, cuya pirámide sagrada fue declarada una de las siete “Nuevas Maravillas del Mundo” en 2007.

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Perros y antiguos mayas

La manada es “parte de la esencia del sitio”, dice Alejandro Sarsuey, guía turístico de 29 años, y es la única autorizada para escalar los edificios por su bajo peso.

Su principal misión es evitar el deterioro de las estructuras, que en algunos casos datan de los años 500 a 800, al cuidar por ejemplo que no haya animales muertos.

José Antonio Keb Cetina, vigilante nocturno del Parque Arqueológico de Chichén Itzá, acaricia a un perro callejero en Chichén Itzá, estado de Yucatán, México, el 10 de julio de 2025.
José Antonio Keb Cetina, vigilante nocturno del Parque Arqueológico de Chichén Itzá, acaricia a un perro callejero en Chichén Itzá, estado de Yucatán, México, el 10 de julio de 2025.

“Tienen el privilegio de subir a lugares donde ya no tenemos acceso. Me da un poquito de celos, pero es bonito verlos disfrutando del paisaje, de las ruinas, tomando el sol”, confiesa la turista mexicana Carla Centeno, de 32 años.

El lugar preferido de Cachimba es el templo de Kukulkán, de 30 metros de altura y desde donde suele ver la puesta del sol, comenta el vigilante José Antonio Keb Cetina, a quien el jadeante animal acompaña en sus rondas.

Siente especial cariño por los guardianes, pues fueron su “único consuelo” en medio de la soledad y las “malas noticias” de la pandemia.

Los responsables de la ciudadela creen incluso que hay una “conexión mística” entre estos perros y los antiguos mayas.

“Muchos creen que están acá por casualidad, pero yo no creo (...), ellos tienen una función. Así como (los humanos) tenemos un mandado en este mundo”, a ellos también “los pusieron acá” con un propósito, sostiene Keb Cetina.

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