Algunos animales, entre ellos los perros, se usan cada vez más como terapia en hospitales, escuelas y otros centros para ayudar a reducir la ansiedad, aliviar el estrés y fomentar los sentimientos de confianza.
Pero los estudios sobre los posibles beneficios de las interacciones con animales suelen adoptar un enfoque holístico, comparando el estado de ánimo o los niveles hormonales de las personas antes y después de pasar tiempo con un animal de servicio.
Ese enfoque no distingue entre tipos de interacciones con el animal, lo que limita la comprensión de cómo cada actividad específica repercute en la salud y el bienestar de una persona.
Un equipo de la Universidad de Konkuk (Corea del Sur) realizó escáneres cerebrales a 30 voluntarios para conocer los cambios específicos en la actividad cerebral mientras realizaban ocho actividades diferente con un perro.
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Así se hizo el estudio
Los voluntarios, con una edad media de 27 años, llevaban electrodos para registrar la actividad eléctrica del cerebro en los lóbulos prefrontal, frontal, parietal y occipital durante las actividades. Además se registró su estado emocional subjetivo inmediatamente después de cada actividad.
Cada interacción con el animal era de tres minutos e incluía, conocerle, jugar, alimentarle, darle masajes, acicalarle, hacerse fotografías, abrazarle y pasear.
La intensidad relativa de las oscilaciones de la banda alfa en el cerebro aumentó mientras los participantes jugaban con el perro y lo paseaban, lo que refleja un estado de vigilia relajada.
Acicalar, masajear suavemente o jugar con el animal aumentó la intensidad relativa de la oscilación de la banda beta, un estímulo que suele asociarse a una mayor concentración sin estrés.
Los participantes declararon sentirse significativamente menos fatigados, deprimidos y estresados después de todas las actividades relacionadas con el perro.
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El estudio demuestra, según escriben los autores, que determinadas actividades con perros “podían activar una mayor relajación, estabilidad emocional, atención, concentración y creatividad al facilitar un aumento de la actividad cerebral”, así como “disminuir el estrés e inducir respuestas emocionales positivas”.
Aunque no todos los participantes en la investigación tenían animales de compañía, es probable que su afición por los animales motivara su disposición a participar en el experimento, lo que podría sesgar los resultados.
Sin embargo, los autores afirman que las relaciones únicas entre actividades específicas y sus efectos fisiológicos podrían servir de referencia para programar en el futuro intervenciones específicas asistidas por animales.