A la cabeza de la poderosa Iglesia ortodoxa, el patriarca Cirilo guió la procesión a pie. Comenzó a las 02H00 de la madrugada en el lugar donde se produjo el asesinato, en Ekaterimburgo, y terminó en el monasterio de Gánina Yama, situado a 21 kilómetros de allí.
Casi 20.000 personas se unieron a las conmemoraciones en este monasterio, levantado en el lugar donde fueron enterrados el último zar y su familia tras ser ejecutados. Rusia debe aprender la lección “de esta experiencia difícil y amarga”, declaró el patriarca Cirilo, dirigiéndose a los peregrinos.
“Debemos realmente resistir a toda idea o dirigente que nos proponga, a través de la destrucción de nuestra vida, de nuestras tradiciones y de nuestra fe, adoptar un supuesto nuevo futuro desconocido y feliz”, añadió.
Los bolcheviques fusilaron a Nicolás II, a la zarina Alejandra y a sus cinco hijos la madrugada del 17 de julio de 1918, poniendo así fin a 300 años de dinastía de los Romanov al frente del imperio ruso.
La familia imperial fue canonizada en 2000 por la iglesia ortodoxa rusa y en 2008 el tribunal supremo de Rusia la rehabilitó, considerándola víctima de la represión política bolchevique.
Los huesos de Nicolás II, de su mujer y de tres de sus hijos fueron hallados en 1979 y enterrados en la Fortaleza de Pedro y Pablo de San Petersburgo en 1998. Los restos de los dos hijos restantes aparecieron en 2007 pero todavía no fueron enterrados por falta de acuerdo entre las autoridades y la Iglesia.