El número de asesinatos vinculados al tráfico de “cristal” alcanzó en esta ciudad del norte de México su nivel más alto el pasado agosto, con 182. Pero para el término de septiembre, el número de homicidios en Ciudad Juárez disminuyó en casi 50 por ciento, con 87.
Según cifras del Observatorio Ciudadano del Fideicomiso para la Competitividad y la Seguridad Ciudadanas (Ficosec), los homicidios comenzaron a repuntar en julio de 2016 con una media de 73 mensuales hasta recrudecerse el pasado mes de junio.
Las autoridades estatales y municipales atribuyen el descenso a las labores de inteligencia de los servicios de seguridad y a los decomisos de drogas y armas.
No obstante, el fiscal de la zona norte de Chihuahua, Jorge Arnaldo Nava López, explicó que según los detenidos vinculados a ese tráfico de drogas se ha registrado una supuesta “tregua” de hostilidades entre los grupos criminales que se disputan el negocio de las metanfetaminas.
Actualmente son tres las organizaciones criminales que disputan el control del trasiego de metanfetaminas en la frontera de Chihuahua, entre ellas el Cártel de Juárez.
El secretario de Seguridad Pública de Juárez, Ricardo Realivázquez Domínguez, dijo a Efe que la venta de mentafetamina en este municipio es algo reciente y que hasta el momento no han sido localizados laboratorios dedicados a su producción.
“Hay que tener en cuenta que el 'cristal' es relativamente nuevo en esta frontera y las personas que se encargan de la distribución de 'cristal' tratan de sacarlo a las calles lo menos posible. Juárez no es un productor de esta droga”, apuntó.
El alcalde de Juárez, Armando Cabada Alvídrez, sostiene que el “cristal” es traído a Juárez desde los estados de Sonora y Jalisco, y que sus consumidores se concentran mayormente en zonas periféricas del municipio, en colonias de bajo nivel socioeconómico.
Rosa, una consumidora habitual, asegura que el trasiego de cristal en Ciudad Juárez está ligado a una marginación de los consumidores.
Vive en Ciudad Juárez, ronda los 34 años, es licenciada en Ciencias de la Comunicación y los efectos de la droga -que comenzó a consumir de manera frecuente cuando dejó de fumar cocaína en piedra- no son evidentes en su físico.
“Me levanto en la mañana, me baño, como, y luego ya 'le pongo'. Si lo haces al revés, después ya no quieres. Tienes que cuidarte para poder fumar (metanfetaminas), dormir bien”, agrega.
Rosa toma en sus manos una pequeña bolsa de plástico con una inscripción de color negro que la distingue del producto de otras organizaciones delictivas.
Ahí guarda medio gramo de cristal, con un valor aproximado de 400 pesos (21,16 dólares), que puede durarle hasta tres días. Sostiene la envoltura frente a su cara y dice que ella consume de manera “legal”: “Esto es el permiso. Esto es La Línea -brazo armado del Cartel de Juárez- diciéndote: este es un producto que yo avalo. Si te llegan a torcer (detener) con un producto que no traiga eso no sé qué te pueda pasar”.
Carlos, un joven de 25 años, afirma que consume “cristal” para trabajar. Circula de noche las calles de Ciudad Juárez como chófer y asegura que la droga le ayuda a permanecer despierto y tener un mejor estado de ánimo.
“Normalmente es una euforia lo que te da. Si estás triste, te nivela y te da para arriba. Básicamente es eso, te mantiene despierto. Yo la empecé a usar para trabajar, quería trabajar toda la noche. Andas de buen humor, bromeas con la gente. El 'ice' te pone más tranquilo, más sociable”, explica Carlos, quien ha consumido cristal frecuentemente durante el último año.
Carlos dice que la primera vez que fumó cristal no pudo dormir durante tres días. También comenzó a experimentar movimientos involuntarios y repetitivos, y un estado de alerta constante.
Los tics, cuenta, son característicos de los “tweekers” -consumidores de cristal vía inhalatoria, mayormente fumada- y los diferencia de los “slammers”, quienes lo hacen vía intravenosa.
Rosa y Carlos comparten la pipa de cristal, enfrían su fondo con saliva, la embarran de ceniza de cigarro.
Miran el contenido resbalar por la esfera, esperando que se solidifique sobre su superficie para dar la próxima calada. Entre el espeso humo blanco, Rosa tararea despacio una canción.
Rosa pega su boca a la pipa, acerca su encendedor de soplete y quema la metanfetamina en la burbuja de cristal.
El “hielo”, como le llama, se derrite dentro y ella lo mece con sus dedos índice y pulgar para que no se queme y se evapore rápidamente.
Abre la boca y lanza una densa nube de humo, con un ligero olor metálico.
Desde hace 10 años comenzó a consumir cristal de manera esporádica; desde hace seis, lo fuma todos los días.
“Yo tengo años fumando 'cristal' y, ¡mírame!, no se me ha hecho vicio, gracias a Dios”, dice mientras ríe.