El pasado 21 de junio, el soldado, identificado por su apellido Lim, disparó contra sus compañeros y detonó una granada en el puesto fronterizo donde realizaba el servicio militar en Goseong, en el noreste del país junto a la frontera con Corea del Norte.
El veredicto del tribunal señala que Lim también fue declarado culpable de haber escapado de su unidad tras el suceso con un rifle y municiones, en una huida que duró dos días y que finalizó con un intento fallido de suicidio y finalmente su captura por parte de las autoridades militares desplegadas en un amplio dispositivo.
En diciembre los fiscales pidieron la pena de muerte para el acusado por cargos de asesinato y huida, bajo el argumento de que cometió un “ataque cruel y premeditado” contra compañeros que se encontraban desarmados.
La ley militar surcoreana contempla la pena de muerte por el asesinato de un oficial, como es el caso de un sargento que falleció en el incidente.
En Corea del Sur existe desde 1998 una moratoria oficiosa para la aplicación de la pena capital, aunque los tribunales siguen emitiendo esas condenas y en la actualidad varias decenas de presos están sentenciados al máximo castigo legal.
Cuando comenzó el servicio militar obligatorio Lim fue inscrito en la lista de los efectivos que requieren atención especial debido a dificultades de adaptación, aunque una nueva evaluación estimó que debía ser tratado como un soldado más.
Según la investigación de la policía militar, el acusado llevó a cabo la masacre como venganza por el constante acoso al que le sometían sus compañeros, que se burlaban de él llamándole “Bob Esponja” y le ridiculizaban con caricaturas.
Este y otros casos de acoso que salieron a la luz en 2014 conmocionaron a la sociedad surcoreana al poner de relieve los abusos a los que se somete a muchos soldados en el Ejército surcoreano, lo que ha obligado a las autoridades militares a iniciar una profunda reforma de la institución.