Rusia, la potencia devastada

Superada por los cambios políticos internos, el descontento popular y la falta de tecnología, Rusia decidió apartarse de la Primera Guerra Mundial a meses de su finalización y pasó a convertirse en uno de los estados “perdedores” del conflicto.

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Las cosas no marchaban para el Imperio Ruso tanto en las cuestiones internas como en las extrernas. La guerra estaba por cumplir tres años y el descontento era generalizado entre la población debido a la falta de resultados en el frente de batalla y las carencias por las que atravesaban quienes permanecían en casa.

Rusia había sido partícipe del conflicto desde sus inicios en 1914, cuando salió en defensa de Serbia ante el acoso del Imperio Austrohúngaro, que acusaba al movimiento nacionalista Mano Negra de la responsabilidad del asesinato del heredero de la corona, el archiduque Francisco Fernando. Austria-Hungría exigía investigaciones que el gobierno serbio no estaba dispuesto a dar.

El ejército ruso contaba aproximadamente con unos 8.000.000 de hombres en 1914, pero estaba compuesto principalmente por campesinos sin ninguna formación militar, mal armados y equipados. A todo eso habría que sumarle que la mediocridad del mando.

Ese mismo problema tuvo que afrontar casi tres décadas después cuando volvió a verse envuelta en otro conflicto de magnitudes similares (incluso mayores): la Segunda Guerra Mundial. Durante la invasión nazi, Rusia sufrió debido a que sus hombres se vieron a luchar prácticamente como francotiradores debido a la falta de armamento.

En ambas guerras, Rusia se tuvo que ver con Alemania, que era el imperio mejor armado.

Conforme fueron pasando los meses de la contienda, el descontento interno fue en aumento y las necesidades internas también. Fue así que a las crecientes conspiraciones contra el gobierno autocrático se le agregó un condimento más que terminó desencandenando la Revolución de Febrero que obligaría a la abdicación del zar Nicolas II, poniendo así fin al reino de los Románov en el imperio.

La revolución dio lugar a un régimen que había surgido de una alianza entre liberales y socialistas. La intención era dar lugar posteriormente a un Ejecutivo elegido democráticamente y una asamblea constituyente. Aleksandr Kérenski fue designado como primer ministro ruso del Gobierno Provisional y decidió darle continuidad a la participación rusa en la Guerra pese al descontento popular.

Con el paso de los meses, volvería a territorio ruso el líder comunista Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin; quien se encargaría de liderar una oposición cada vez mayor que finalizó con el estallido de la Revolución de Octubre y la llegada de los bolcheviques al poder.

Con los comunistas en el poder, Rusia terminaría firmando, en marzo de 1918, con Alemania el tratado de Brest-Litovsk (negociado por Lev Trosky). Un tratado de paz que, desde el punto de vista del analista internacional Hugo Saguier Guanes, fue extremadamente perjudicial para el pueblo ruso.

Rusia firmó el tratado con Alemania de manera unilateral, sin haberlo consultado con sus aliados de la Triple Entente (Inglaterra y Francia). “Es una paz que fue muy criticada por los rusos porque Rusia perdió mucho territorio y fue una paz muy desfavorable para ellos”, señala Saguier Guanes en conversación con ABC Color.

En el tratado, Rusia renunciaba a Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el dominio y la explotación económica de los Imperios Centrales. Asimismo, entregó Ardahan, Kars y Batumi al Imperio otomano.

La decisión rusa se debía al agotamiento económico y político que debía afrontar internamente.

“Rusia se entregó totalmente a falta de meses para el final de la Guerra”, explica Saguier Guanes. Como consecuencia del tratado de Brest-Litovsk, Rusia no recibió indemnización alguna de Guerra como si recibieron las demás potencias de la Triple Entente.

“Rusia gastó muchísmo dinero en esa guerra de desgaste que tuvo con Alemania y no tuvo ningún resarcimiento. No prometió nada Alemania y si lo hubieran hecho no hubieran cumplido”, manifiesta Saguier Guanes.

Los comunistas decidieron aceptar el tratado para evitar mayores complicaciones a una transición por demás problemática.

Rusia no formó parte de la Liga de Naciones luego de la finalización de la Guerra, como tampoco Alemania. “Siguió el camino de los vencidos, habiendo estando en el campo vencedor”, sentencia el analista.

Así, la potencia rusa quedaba devastada y corrió con la misma suerte que Alemania y Austria-Hungría.

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