Así se manifestó Ratzinger en un mensaje remitido a las autoridades de la Pontificia Universidad Juan Pablo II de Cracovia y de la Academia de la Música de la misma ciudad polaca, a las que se dirigió para agradecer su investidura como doctor “Honoris Causa”.
En la misiva, difundida hoy por la Santa Sede, el papa alemán aborda el tema de la música -que centra los estudios de dichas instituciones- y opinó que Wojtyla encarnó la unión entre “la gran música sacra” y la “participación común en la liturgia”.
“Con su ejemplo vivo, él no ha mostrado cómo pueden ir de la mano la alegría de la gran música sacra y el deber de la participación común en la liturgia, el gozo solemne y la simplicidad de la humilde celebración de la fe”, señaló.
Asimismo animó a ambas instituciones a preservar “el don de la música” y “la fuerza creativa de la fe” en un futuro.
“La actividad de las dos universidades (...) representa una contribución esencial para que el gran don de la música que proviene de la tradición de la fe cristiana continúe vivo y ayude a que la fuerza creativa de la fe no es extinga en un futuro”, dijo.
Recordó que en la Constitución sobre la liturgia del influyente Concilio Vaticano II (1962-1965) se dejó por escrito “claramente ” el deber de “ conservar e incrementar con gran atención el patrimonio de la música sacra” en la Iglesia.
En este sentido apuntó que “en ningún ámbito cultural cuenta con una música de similar grandeza”.
“En el ámbito de las más diversas culturas y religiones está presente una gran literatura, una gran arquitectura, una gran pintura y escultura. Y también la música. Pero sin embargo, en ningún otro ámbito cultural se da una música de grandeza similar a la del ámbito de la fe cristiana”, abundó.
Y añadió: “Desde Palestrina, Bach o Händel hasta Mozart, Beethoven o Bruckner. La música occidental tiene algo único, que no halla igual en otras culturas. Y esto nos debe hacer pensar”.
Tal es así que Benedicto XVI considera “la gran música sacra una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de toda la Cristiandad”.
“Está claro que la música no puede desaparecer de la liturgia y que su presencia puede ser un modo del todo especial para la participación en las celebraciones sagradas, en el misterio de la fe”, afirmó.
Además localizó los “tres lugares” de los que mana la música: la experiencia del amor, la tristeza y el encuentro con la divinidad.