Cada enero, diez millones de hindúes acuden a Allahabad (norte de la India), a la confluencia de los ríos Ganges y Yamuna así como del mitológico Sarasuati, para asistir al festival Magh Mela.
En la multitud llena de peregrinos, el ’sadhu’ (asceta hindú) Shiv Yogi Moni Swami realiza ritos cubierto de polvos de sándalo, con un tridente en mano y portando únicamente un taparrabos con estampado de leopardo y abundantes collares de perlas.
Para sus abluciones matinales en el Ganges, rodeado de un séquito de fieles, baja hasta el río venerado dejándose ir girando de lado. La tarea no es sencilla. Su cuerpo lleno de polvo y de mugre es purgado cuando se sumerge completamente en las aguas obscuras.
Este acto “purifica el alma y limpia todos los pecados”, explica el ’sadhu’ a la AFP después de haber ofrecido pétalos de rosa al sol saliente concretando así sus abluciones.
“Bañándonos este día sagrado en el Ganges, oramos por la paz de nuestro espíritu y por el bien del mundo” , comenta el yogui. Impresionados por su devoción, los peregrinos le tocan los pies y le piden su bendición.
Otros se hincan ante él en señal de veneración. Un gran número de hindúes creen que los “hombres santos” como Swami poseen poderes míticos y son capaces de curar tanto los males del alma como los del cuerpo.
Este ritual anual se lleva a cabo en Allahabad desde hace siglos. Se trata de una versión reducida del Kumbhamela, considerado como la mayor concentración humana en la tierra con decenas de millones de personas que vuelven a Allahabad cada doce años.