Lo hizo en latín, al comienzo del acto en el que la Iglesia Católica eleva a los altares a los dos papas, en una ceremonia que concelebra con el papa emérito Benedicto XVI.
La proclamación de la santidad de los dos papas fue recibida con un gran aplauso en la Plaza de San Pedro, así como en otros lugares de Roma, donde decenas de miles de peregrinos se concentran ante pantallas gigantes desde las que siguen la ceremonia.
El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, presentó a Francisco “las tres peticiones” de canonización para ambos papas, primero con “gran fuerza”, después con “mayor fuerza” y, por último, con “grandísima fuerza”.
A lo que el papa pronunció la fórmula: “En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II”.
Y finalmente, instó a que los dos papas sean inscritos en los libros de los santos.
Juan Pablo II ha sido canonizado tras un proceso récord por su brevedad, gracias a que Benedicto XVI autorizó abrir el proceso sin esperar que pasasen cinco años desde su muerte.
No obstante, el proceso para su beatificación y posterior canonización ha pasado por todos los requisitos, entre ellos el de los dos milagros realizados por su intercesión, el de la sanación de la monja francesa Marie Simon-Pierre y el de la costarricense Floribeth Mora, ambas hoy presentes en San Pedro.
Mientras que en el caso de Juan XXIII, beatificado en el año 2000 por Juan Pablo II, el papa Francisco aceleró el proceso al firmar el decreto para su canonización sin que se hubiese aún comprobado el segundo milagro necesario para ser santo.