Papa: “No tengamos una psicología de computadora”

MANILA. En el mundo hay tantos medios de información, hecho que “no es un mal” aunque existe el riesgo de la acumulación de demasiadas noticias, destacó el Papa ante unos 30.000 jóvenes, precisando que no sirve tener “jóvenes-museos sino jóvenes sabios”.

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“No tengamos una psicología de computadora”, subrayó el Pontífice bajo una fuerte lluvia ante una multitud en el campus de la Universidad Santo Tomás de la capital filipina. “¿Cómo es esto? Lo busco en la computadora. En la computadora están todas las respuestas pero ninguna sorpresa”, precisó dando un ejemplo sobre el problema.

Durante el encuentro, un estudiante de energía electrónica llamado Rikki relató haber inventado una lamparita muy barata producida con botellas de plástico usadas y pocos componentes eléctricos. Lo ideó para los desplazados del devastador tifón Yolanda, que el año pasado azotó al país, quienes se quedaron sin nada, incluso sin luz. Glyzelle, niña de la calle, preguntó a su vez: “¿Por qué Dios permite que ocurran estas cosas si bien no es culpa de los niños?” y “¿por qué sólo pocas personas nos están ayudando?”.

Estimulado por estos dos relatos, Jorge Bergoglio dejó de lado el discurso que había preparado y se concentró en los “desafíos” de integridad moral, atención hacia el medio ambiente y los pobres. También dejó de lado el inglés y prefirió hablar en castellano. El inicio de la intervención fue casi en broma: “Las mujeres tienen mucho que decirnos en la sociedad de hoy. A veces somos demasiado machistas y no dejamos lugar a la mujer. Pero la mujer es capaz de ver las cosas con ojos distintos de los hombres y de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Hoy la única pregunta que no tiene respuesta la planteó Glyzelle. Nole alcanzaron las palabras, necesitó decirlo con lágrimas”.

“Así que cuando venga el próximo Papa a Manila que haya más mujeres”, dijo bromeando el Pontífice refiriéndose precisamentea una presencia reducida de las mujeres en el lugar. Inmediatamente después llegó la pregunta sucesiva: “¿Alguien llora por todos los niños abusados, abandonados, hecho esclavos?”. Durante su visita a Filipinas el Papa se encontró con 300 de ellos.

Las calles de Manila están llenas de estos niños: de día corren de un lado para otro con el riesgo de acabar bajo un automóvil o en manos perversas, de noche duermen encogidos bajo cartones, con los pómulos delgados y sucios, los cabellos pegados a la cabeza, quizás acompañados por un perrito. La edad promedio en Filipinas es de 24 años, es un país jovencísimo, ¿pero cuántos de estos niños y jóvenes viven por la calle?

Frente a estas temáticas y dirigiéndose a los jóvenes presentes, el Papa explicó que en este mundo “¡no hacemos nada con la compasión mundana, que no nos sirve! Una compasión que a lo más nos lleva a meter la mano en el bolsillo y a dar una moneda, y se mira para otro lado. Si Cristo hubiera tenido esa compasión hubiera pasado, curado a tres o cuatro personas y se habría ido. Sólo cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar entendió nuestros dramas”.

Del mismo modo, la técnica, las tecnologías, las informaciones, al final sirven poco, se producen “jóvenes-museo que tienen tantas cosas y no saben qué hacer con ellas”. Y tantos que buscan soluciones en la red perdieron por otra parte la capacidad de dejarse sorprender.

En estos días el Papa elogió repetidamente la reacción de los filipinos frente al tifón del 2013, una reacción de compasión que produjo a su vez una solidaridad concreta. De hecho, este pueblo quizás con poquísimo logra dar mucho, con poco dinero sabe cómo usarlo. Aquí están los pobres concretos, quienes cuentan con dignidad y derechos, que piden ser sujetos de la propia liberación. Son estos los pobres de Asia, el continente en el cual el Papa ve el futuro de la Iglesia.

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