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Este año, el sugestivo recorrido alrededor del monumento romano se celebra en un clima particular, marcado por las fuertes medidas de seguridad adoptadas desde los atentados de noviembre en París y mantenidas tras los ataques el martes en Bruselas que costaron la vida a 31 personas.
Toda la zona está vigilada por patrullas de la policía y el ejército además de cuerpos especiales de inteligencia, medidas especiales que regirán durante todo el Año Santo, iniciado el pasado 8 de diciembre y que suelen ser reforzadas para los eventos con participación de miles de personas.
Este año, el papa Francisco pidió al cardenal italiano Gualtiero Bassetti, entre los purpurados más cercanos al pontífice, la redacción de las meditaciones que tradicionalmente se leen en cada una de las 14 estaciones del calvario padecido por Cristo.
El texto, divulgado el lunes por el Vaticano, aborda la situación de los refugiados por las guerras, de los desplazados y perseguidos.
“¿Cómo no ver el rostro del Señor en aquellos de los prófugos, refugiados, desplazados, que huyen desesperados del horror de la guerra, las persecuciones, las dictaduras?”, se interroga Bassetti.
En cada estación del Vía Crucis se abordará un tema específico que preocupa al mundo, mientras que la cruz será cargada por fieles de numerosas nacionalidades, entre ellos latinoamericanos de Paraguay, Ecuador, Bolivia y México, los países que el papa visitó en el 2015.
La cruz en las últimas estaciones será llevada por los sirios Haddad Rana y Yousef Saghir y los hermanos franciscanos de Tierra Santa, en representación de regiones azotadas por los conflictos.