Gabriela Caballero, de 38 años, está detenida desde hace tres en la prisión de San Martín, cerca de Buenos Aires, y todavía debe cumplir cuatro años más de condena.
El pasado 16 de julio, durante un desayuno en la residencia de Santa Marta, en el Vaticano, monseñor Óscar Vicente Ojea, obispo argentino de San Isidro, habló al papa de Gabriela y de su laboratorio artesanal en la cárcel donde elabora hostias.
Ojea indicó a Francisco que él mismo utilizaba estas hostias para sus misas y el papa argentino se emocionó e interesó por la historia.
El obispo entregó al pontífice una carta de Gabriela y un paquete de hostias que el papa utilizó dos días después en una misa. Francisco escribió una carta de agradecimiento a la mujer en la que afirmaba que estaba seguro de que rezaba por él.
En una entrevista, citada también por Il Sismografo, Gabriela comentó que está “contenta porque desde una prisión se pueda llegar al Vaticano”.
“Sinceramente no me imaginaba que respondería a mi carta” , reconoció.
Según ella, otras detenidas la animaron diciéndole que “el papa te responderá, responde a todas las cartas. Este papa quiere reunirse con todo el mundo, en cualquier lugar” .
El sumo pontífice parece tener predilección por los detenidos, a quienes iba a lavar los pies el Jueves Santo cuando era cardenal, gesto que recuperó desde que es papa.