El pasado lunes a primera hora de la mañana, militares jóvenes gaboneses, tocados con la boina verde de la Guardia Presidencial, asaltaron la radiotelevisión estatal en Libreville, la capital del pequeño país petrolero situado en la costa oeste de África Central.
“Es hora de tomar nuestro destino en nuestras manos, ha llegado la hora del día tan esperado. Ese día en que el Ejército decidió ponerse del lado de su pueblo para salvar a Gabón del caos”, declaró el teniente Kelly Ondo Obiang, supuesto cabecilla de la intentona golpista, flanqueado por dos soldados armados con fusiles de asalto.
Obiang, de 26 años y con fama de oficial brillante, anunció la creación de un “consejo nacional de la restauración” e instó a sus compatriotas a la insurrección para “salvar la democracia” en Gabón, que no padecía un golpe de Estado desde 1964.
El osado teniente cargó también contra la aptitud para gobernar del presidente gabonés, Ali Bongo, cuya familia dirige el país desde hace más de medio siglo bajo sospecha de lucrarse con el petróleo mientras la mayoría de la población sobrevive en la pobreza.
Bongo, de 59 años, lleva desde octubre pasado fuera de Gabón por enfermedad y -con un hombro aparentemente paralizado y la mirada extraviada- reapareció el 31 de diciembre en un breve mensaje de Año Nuevo dirigido a la nación a la que, lejos de tranquilizar, le agudizó las dudas sobre su capacidad para seguir en la Jefatura del Estado.
El caso es que la diatriba del teniente Obiang no tuvo eco ni en el pueblo ni en los cuarteles del Ejército porque, tras unas horas de confusión, el Gobierno anunció el fracaso del aparente golpe, la muerte de dos rebeldes abatidos por fuerzas de élite de la Gendarmería y el arresto de otros ocho, incluido el presunto líder.
¿Por qué fracasó la intentona? Primero, porque “el grupo que lanzó el golpe no ocupaba una posición alta en la jerarquía militar, no tenía acceso al arsenal castrense y, por tanto, no disponía del material adecuado para liderar el golpe”, explica a Efe el experto en Gabón de la Universidad Hanyang en Seúl, Herbert Mba Aki.
Y segundo, continúa este politólogo gabonés, porque “los instigadores del golpe carecían de un verdadero plan”, es decir, su estrategia “se basaba en la expectativa de que podrían obtener apoyo de los cuerpos del Ejército y de la población”.
“Este golpe -zanja el experto- no podía triunfar en esas circunstancias”.
El órdago del joven “salvapatrias” gabonés se suma a la veintena de intentonas golpistas que han fracasado durante la última década en África, la región del mundo históricamente más castigada por esa lacra.
Desde los años '50, el continente ha soportado un total de 204 golpes de Estado (exitosos y fallidos), según datos recopilados por dos politólogos estadounidenses: Jonathan Powell (Universidad de Florida Central) y Clayton Thyne (Universidad de Kentucky).
“Los países africanos han reunido condiciones habituales para los golpes, como la pobreza o un mal desempeño económico”, afirmó Powell esta semana en declaraciones recogidas por el portal africano de la cadena BBC.
En décadas pasadas, los golpes de Estado fueron con frecuencia la palanca de cambios de régimen en África, alentados por nefastas situaciones económicas o complicados retos políticos afrontados por muchos países africanos tras su independencia, como el fortalecimiento de sus instituciones o las transiciones de poder.
Con todo, “se ha vuelto cada vez más difícil dar un golpe de Estado con éxito en África”, según escribió este jueves en el diario ruandés The New Times Joseph Rwagatare, asesor del presidente de Ruanda, Paul Kagame.
Rwagatare sostuvo que, aparte de los condicionantes de cada país, esa dificultad radica también en la “postura inequívoca de la Unión Africana” contra “intentos de cambiar el Gobierno por medios inconstitucionales, especialmente la fuerza armada”.
“Esto -concluyó- ha sido en gran parte el resultado de un consenso entre los países africanos que ha evolucionado en las últimas dos décadas. La amenaza de sanciones, aislamiento e incluso acción militar ha sido un fuerte elemento disuasorio, hasta ahora”.
Varios mandatarios que gobiernan hoy día en África tomaron el poder con un golpe de Estado. Entre ellos destaca por su longevidad en el cargo Teodoro Obiang, que dirige Guinea Ecuatorial con firmeza desde 1979 y es el presidente con más años en activo del mundo.