El joven fue condenado a la pena máxima en 2014 por haber criticado como racista y clasista al profeta Mahoma. El Código Penal mauritano atribuye al Tribunal Supremo el poder de conmutar una condena de muerte por “apostasía” si el condenado muestra arrepentimiento, lo que ya ha hecho al menos en tres ocasiones.
Uld Cheij fue condenado en primera instancia en diciembre de 2014 y la pena fue confirmada luego en apelación; ahora la última instancia recurrible es el Tribunal Supremo, que el próximo 31 de enero debe pronunciar su fallo inapelable.
Pero el caso ha soliviantado a la opinión pública mauritana, que ha repetido en la calle y en la prensa los llamamientos a ejecutar al joven bloguero, mientras que los padres del condenado han tenido que huir del país y pedir asilo político en Francia ante la hostilidad reinante.
Mauritania no aplica la pena capital desde la década de los 80, lo que equivale a una moratoria de facto, pero como muchos países árabes se niega a eliminar la pena máxima de su código penal y también a firmar por escrito la moratoria.
En su comunicado de hoy, HRW no pide solo conmutar la pena de muerte de Uld Cheij, sino que añade que “debería ser libre de escribir sin ser perseguido, ni mucho menos ejecutado”.
Mientras la presión interna clama por la muerte del joven, 16 organizaciones africanas han firmado un llamamiento común para pedir la liberación de Uld Cheij y el respeto a la libertad de expresión en el país árabe, que se define como “república islámica” y considerado uno de los más conservadores de África.