Dichas acusaciones, detalladas en un informe de 105 páginas, se fundan en testimonios de presas, familiares, abogados, médicos carcelarios y documentos de justicia, que refuerzan la credibilidad de acusaciones de la comunidad sunita, confesión de la mayoría de reclusas.
Los sunitas se estiman perseguidos injustamente por el poder, dominado por los chiitas, y las fuerzas de seguridad, y protestan regularmente por el trato que reciben las presas, entre otras cosas.
Según HRW, algunas afirmaron que fueron golpeadas, abofeteadas, sometidas a corriente eléctrica y violadas. Otras fueron amenazadas de violación, a veces en presencia de sus familias.
“Las fuerzas de seguridad iraquíes actúan como si maltratar mujeres hiciera más seguro el país”, lamenta el director de HRW para Oriente Medio y Norte de África, Joe Stork, en un comunicado. “Esas mujeres y sus familias nos han dicho que mientras las fuerzas de seguridad sigan maltratando a la gente con toda impunidad sólo se puede esperar una agravación de las condiciones de seguridad”, añade.
Según la ONG estadounidense, de las 27 mujeres que pudo entrevistar, una caminaba con ayuda de muletas después de haber sido golpeada y sometida a descargas eléctricas durante nueve días, dijo. La mujer fue ejecutada posteriormente a pesar de un informe médico que confirmaba las acusaciones de tortura.
HRW subraya asimismo que las mujeres son detenidas con frecuencia para ser interrogadas sobre familiares o presionar a los hombres de la comunidad, más que por delitos que hayan podido cometer.
Irak no hace bastante caso a las acusaciones de tortura y malos tratos, recalca la ONG, e indica que ningún caso denunciado ante los jueces ha dado lugar a investigación.
Las fuerzas de seguridad cada vez reciben más críticas mientras la violencia en el país alcanza niveles comparables a 2008, cuando Irak salía apenas de un conflicto confesional sangriento, tras la invasión estadounidense del país en 2003. En enero, murieron más de mil personas en ataques.
ONG, analistas y diplomáticos recogen cada vez más una letanía de denuncias de malos tratos, incluyendo detenciones masivas o prolongaciones de detenciones sin proceso. La cólera de la comunidad sunita hace más inestable la situación ya que según los expertos les impide cooperar con las autoridades para acabar con los delitos de grupos yihadistas presentes en Irak.
“Estos abusos han generado una cólera muy profunda, y una desconfianza entre las diferentes comunidades y las fuerzas del orden, todos los iraquíes lo están pagando”, según Stork.