Hinckley, de 61 años, ya no supone “un peligro ni para él ni para otros” y tendrá libertad para abandonar el Hospital St. Elizabeth's de Washington el próximo 5 de agosto, afirmó el juez Paul L. Friedman en un dictamen emitido en la capital estadounidense.
Internado en el centro psiquiátrico desde el tiroteo, Hinckley podrá residir, sin interrupción, en la casa de su madre, de 90 años, en un complejo vallado con campo de golf en Williamsburg (estado de Virginia), a unos 250 kilómetros de Washington.
El hombre que quiso matar a uno de los presidentes más populares de la historia de EEUU vivió en el hospital a tiempo completo hasta los años noventa, cuando las autoridades le permitieron visitas supervisadas con miembros de su familia que, gradualmente, se ampliaron a estancias de 17 días al mes en la vivienda de la madre.
Sin embargo, el juez subrayó hoy que Hinckley estará sujeto a estrictas “ condiciones ” de tratamiento médico y vigilancia, como portar un teléfono móvil con GPS para estar en todo momento localizable siempre que salga del hogar familiar.
También deberá desplazarse a Washington una vez al mes para recibir tratamiento psiquiátrico, especificar con antelación la ruta de viaje y la hora de salida; y si se retrasa más de media hora, tendrá que notificar la demora a los doctores.
Además, Hinckley tiene prohibido hablar con los medios de comunicación, poseer armas o drogas y establecer contacto con parientes de sus víctimas, como la familia de Reagan.
Aunque se le permite usar internet, no puede buscar en Google información sobre sí mismo, armas, pornografía o sus víctimas, según las condiciones de su liberación, cuyo incumplimiento podría acarrear su reingreso en el hospital psiquiátrico.
La resolución del magistrado pone fin al internamiento de uno de los enfermos mentales más conocidos de EEUU, cuyo intento de asesinato se coló en los hogares de los estadounidenses a través de unas dramáticas imágenes captadas por las cámaras de televisión.
Hinckley tenía 25 años cuando, el 30 de marzo de 1981, abrió fuego contra Reagan a las puertas del Hotel Washington Hilton, del que salía el entonces presidente de EEUU tras pronunciar un discurso durante un almuerzo ante la central sindical AFL-CIO..
El hotel era considerado entonces el más seguro de la capital del país norteamericano, gracias a un pasadizo cerrado construido tras el asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963.
Tras saludar a la multitud congregada ante el hotel, entre la que se encontraba Hinckley, Reagan -que ese día no vestía el chaleco antibalas de otros eventos oficiales- se dirigió a la limusina presidencial y, entonces, se desató el caos.
Hinckley, un joven desilusionado que aspiraba a convertirse en un compositor musical y se medicaba con antidepresivos, efectuó seis disparos en 1,7 segundos con una pistola Röhm RG-14 de calibre 22 y metal azulado.
Una bala perforó un pulmón y otra no rozó por poco el corazón de Reagan, quien salvó la vida y se recuperó de las heridas en el cercano Hospital de la Universidad George Washington.
Hinckley, reducido de inmediato por los guardaespaldas, hirió también al secretario de prensa de Reagan, James Brady; al agente del Servicio Secreto Tim McCarthy, que se abalanzó sobre el mandatario para hacer de escudo, y al policía Thomas Delahanty. Aunque todos sobrevivieron al ataque, Brady quedó paralítico como resultado de un balazo en la cabeza y, hasta su muerte en 2014, dedicó años a hacer campaña en favor de un mayor control de las armas de fuego en el país.
Hinckley alegó que disparó contra Reagan para tratar de impresionar a la estrella de Hollywood Jodie Foster, objeto de su obsesión tras visionar repetidas veces la famosa película “ Taxi Driver ” , de cuyo reparto formaba parte la actriz.
“La razón por la que voy a llevar a cabo este intento ahora es porque ya no puedo esperar más para impresionarte (...). Jodie, te pido por favor que mires en tu corazón y me des al menos la oportunidad, con esta hazaña histórica, de ganar tu amor y respeto”, confesó Hinckley en una misiva antes de perpetrar el tiroteo.
Tras un juicio de ocho semanas, un jurado federal declaró en junio de 1982 a Hinckley no culpable, por demencia, de los trece cargos que se le imputaban, lo que provocó numerosas reacciones airadas de la ciudadanía.
Ronald Reagan falleció en 2004 a la edad de 90 años tras sufrir el mal de Alzheimer durante una década, pero sus hijos, Ron Reagan Jr. y Patti Reagan Davis, se han opuesto siempre a la liberación de Hinckley porque no se fían de él debido a sus engaños en el pasado.
“Espero -comentó Davis en 2015- que los médicos estén en lo cierto cuando afirman que John Hinckley no es un peligro para nadie, aunque algo dentro de mí me hace sentir que están equivocados”.