Este nuevo sistema de medidas fue decidido en noviembre en Versalles, cerca de París, por la Conferencia general de pesos y medidas (CGPM), un organismo creado a finales del siglo XIX y que se reúne cada cuatro o seis años.
Los representantes de 60 países tomaron entonces “una decisión histórica” a favor de una nueva definición del Sistema internacional de unidades (SI), lo que comporta modificar la definición mundial del kilogramo así como del amperio, el kelvin y el mol.
La definición del kilo había dependido hasta ahora del cilindro metálico denominado “Gran K”, cuyo original se conserva desde 1889 en la Oficina Internacional de Pesos y Medidas (BIPM, por sus siglas en francés) en Sevres, a pocos kilómetros al oeste de París.
No obstante, los científicos constataron que la masa de este prototipo internacional había variado, de forma muy ligera, en comparación con otras seis copias realizadas a finales del siglo XIX de este mismo cilindro, compuesto a través de platino e iridio.
La variación del peso de la “Gran K” resultaría anecdótica para la mayoría de las personas, pero suponía un problema para la ciencia y la industria inmersas en la era de lo increíblemente minúsculo, sobre todo gracias al desarrollo de la tecnología cuántica. El kilogramo se deriva desde este lunes a partir de la constante de Planck (h), una constante fundamental de la física cuántica.
El kelvin, medido hasta ahora a través del agua, será definido a través de la constante de Boltzmann (k), una unidad relacionada con la agitación térmica de las partículas de un cuerpo. El amperio se medirá a partir de la carga elemental (e), la carga eléctrica de un protón, y el mol, una unidad utilizada sobre todo en la química, dependerá directamente de la constante de Avogadro (NA).