Viernes, 21:20: las selecciones de fútbol de Francia y Alemania juegan un amistoso en el Estado de Francia, en Saint-Denis, al norte de París. Los alrededores están prácticamente desiertos, cuando el primer yihadista hace estallar cerca de la puerta D su cinturón cargado con TATP (un explosivo de fabricación casera) y relleno de bulones, matando a un peatón.
Diez minutos más tarde, puerta H: nueva explosión. Un solo muerto: el yihadista, cuyo cuerpo partido en dos yace en el asfalto. La vitrina del restaurante vecino sufre algunas fisuras.
Poco antes de las 22:00: tercera detonación, en una calle aledaña. Nuevamente, el único muerto es el suicida.
“Es incomprensible. Un verdadero milagro que haya tan pocas víctimas. Realmente, lo que hicieron no tienen ninguna otra explicación que no sea la del suicidio. No tiene ningún sentido”, dijo el domingo a la AFP una fuente policial, que pidió el anonimato.
“No era el buen momento: si uno quiere cometer una masacre, espera que la gente entre o salga del estadio”, señala la misma fuente. “Lo ocurrido en París tiene sentido, pero ahí en Saint-Denis han querido suicidarse”, agrega.
En total, 129 personas murieron y más de 300 resultaron heridas en los atentados del viernes, cometidos por kamikazes y por comandos que abrieron fuego contra bares y restaurantes y dentro de la sala de conciertos el Bataclan.
Si los yihadistas de Saint-Denis hubieran accionado sus detonadores una hora antes, entre las personas que formaban fila para ingresar al estadio, hubieran matado o herido a decenas de personas y, sobre todo, hubieran desatado un movimiento de pánico probablemente más mortífero que las bombas.
Esa eventualidad hubiera obligado a suspender el partido de fútbol, al cual debían asistir el presidente François Hollande y el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. En pocos segundos, el hecho hubiera saltado a primera plana de la actualidad mundial y hubiese preludiado las matanzas de París.
En caso de que los suicidas hubiesen esperado la salida de los miles de espectadores del partido, también hubieran provocado una matanza de envergadura y agravado el impacto de los atentados que ya tenían a París a sangre y fuego.
Un ex jefe de los servicios de informaciones de Francia, que también pidió no dar su nombre, estima que “con el tipo de explosivos que llevaban los kamikazes (...), si hubiesen aguardado a hallarse en medio de la muchedumbre hubiesen matado a cinco o seis personas cada uno y herido a una veintena de personas”.
“Pero por sobre todo, hubiesen desencadenado un pánico inconcebible, y el pánico tiene efectos indirectos terribles. La gente se pisotea”, afirma.
“Habrá que esperar los resultados de una investigación en profundidad, reconstruir la operación hasta donde se pueda, para tratar de entender lo que hicieron”, agrega.
Las cámaras de vigilancia de la explanada del estadio permitirán probablemente observar los movimientos de los tres individuos, saber por dónde llegaron, lo que hicieron, saber si alguno trató de ingresar en el recinto o si se habían hecho notar por los servicios de seguridad.
“Tratamos por todos los medios de recabar un máximo de informaciones, pero sin mucho éxito. No había mucha gente el viernes por la noche en las cercanías del estadio”, comentó la fuente policial.
“Por el momento, la hipótesis más probable es que les habían ordenado dar el golpe a las 21H20 para coordinar su acción con la del Bataclan. Y tal vez vez les faltó astucia y no lograron ubicarse en el lugar indicado y se hicieron reventar a la hora señalada”, conjetura el exresponsable de los servicios de seguridad.