El combate de una madre en Francia contra la radicalización yihadista

TOULOUSE. En diciembre de 2013, su hijo Nicolás se hizo estallar en Siria en un ataque contra una aldea chiíta. Desde entonces, la francesa Dominique Bons lucha para evitar que otras madres vivan lo mismo.

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Tres semanas después de que le anunciaran la muerte de su hijo -“un mensaje de texto que decía que murió como un mártir”-, Bons fundó una asociación.

Nicolás, de 30 años, murió unos meses después que su hermanastro, Jean-Daniel, que partió junto con él a Siria.

“No podía quedarme con los brazos cruzados, me iba a morir de dolor, para mi hijo ya era demasiado tarde, pero no quería que le pase lo mismo a otras” familias, cuenta esta mujer delgada, de ojos azules y rostro cansado en su casa en Toulouse, en el suroeste de Francia.

Con 60 años en ese entonces, esta jubilada no conocía “nada del medio asociativo” pero rápidamente comenzó a recibir mensajes de “muchísimas familias”, más de un centenar.

Bons, que vio impotente cómo su hijo se radicalizaba se dio como misión informar, reunir y apoyar a estas familias.

Según ella, el Estado francés abandona a su suerte a las familias que están en este caso. “Ni siquiera nos dan un certificado de defunción, bajo el pretexto de que algunos pueden esconderse para volver”.

Para “sensibilizar y prevenir”, esta mujer no duda en contar la historia de su hijo, que comienza con un padre ausente, consumo de drogas y problemas con la justicia.

“Su discurso marca la diferencia porque no contiene odio”, estima Ouisia Kies, socióloga y especialista en radicalización que, al igual que otros expertos, apoya la asociación bautizada “Syrien ne bouge agissons”.

“Es una luchadora”, dice sobre esta madre.

Pero la labor de Dominique Bons se volvió más difícil con los atentados de París en 2015, ya que emergieron perfiles de radicalizados muy diferentes del de su hijo, a quien describe como “un buen chico” perdido y manipulado.

Los familiares de los yihadistas se convirtieron también en “personas peligrosas” a las que las instituciones dieron la espalda, lamenta. “Es aún más difícil para las familias musulmanas”.

Pero no por esto se da por vencida. Más aún cuando se prepara a un nuevo combate con el tema del regreso de los yihadistas franceses y sus familias, en momentos en que el último bastión del grupo Estado Islámico (EI) está a punto de caer en Siria.

“La opinión pública tiene una posición muy negativa, incluso sobre los niños, muchos dicen ’que se quedan allá a morir’”, pero aquí hay “abuelos dispuestos a acogerlos”, dice indignada.

Para ella, “se debe repatriar a los niños, después la justicia se encargará de los demás”.

No obstante, admite que “es muy complicado porque, entre los que se fueron, muchos adhirieron (a las ideas del EI), incluso las mujeres”.

Bons sabe que tiene aún mucho trabajo por delante. Que el EI “sea derrotado en Siria no quiere decir que van a dejar de reclutar”, señala.

Junto a un actor, escribió una pieza de teatro, Chahid (Mártir), para sensibilizar a los adolescentes en los colegios. Una propuesta que sedujo al rectorado de Toulouse.

“De todas maneras, nadie tiene la solución, pero decir las cosas ayuda”, concluye.

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