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De acuerdo con un informe de la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos y sus afiliados internacionales, se importaron más de cuarenta mil partes de jirafas a Estados Unidos de 2006 a 2015 para convertirlas en almohadas, botas, mangos de cuchillos, cubiertas para Biblias y otros artículos caros.
La venta de estos productos es legal, pero la organización arguye que se requieren restricciones. Junto con otros grupos de defensa, ha solicitado al Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos que brinde esa protección al incluir a las jirafas en la lista de las especies en peligro de extinción.
En 2016, un estudio realizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (IUCN) determinó que la población de jirafas a nivel mundial había disminuido drásticamente: de 150.000 a 100.000 desde 1985. Las jirafas se enfrentan a dos amenazas fundamentales: la pérdida de su hábitat y la caza furtiva de la gente local que quiere su carne.
La caza de trofeos parece ser la fuente principal de los animales que llegan a Estados Unidos, pero no es lo que las conduce a la extinción, dijo Adam Peyman, director de operaciones y programas de vida silvestre para la Sociedad Humanitaria Internacional. Sin embargo, todos los mercados de productos derivados de jirafa ponen más presión sobre la especie. Incluirla en la lista especies en peligro de extinción estadounidense significaría que su importación, exportación y comercio internacional requerirían de un permiso del Servicio de Pesca y Vida Silvestre, el cual debe decidir si la acción podría favorecer la supervivencia de la especie o no.
“No podemos permitir más presión para esta especie en medio de lo que los expertos han llamado una extinción silenciosa”, comentó. “Estos son productos que a la mayoría de las personas no le interesarían, pero creo que es importante concientizarlas acerca del hecho de que estas cosas se están vendiendo”.
Peyman afirma que los cazadores de trofeos suelen conservar la cabeza y parte del cuello de la jirafa para su uso personal y dejan el resto del animal en las manos del proveedor que organizó la caza para su venta.
El Safari Club International, que promueve los derechos de los cazadores y la conservación de la vida silvestre, mencionó en una declaración que “a pesar de la retórica que utilizan los medios, la caza legal regulada es una de las vías más eficaces para la conservación”. La declaración también hizo referencia al mismo estudio de 2016 de la IUCN, aunque para argumentar que las poblaciones de jirafas son más saludables en naciones como Angola, donde hay caza legal, y se han reducido vertiginosamente en Kenia, donde la caza es ilegal.
El público estadounidense en general está en contra de la caza mayor; una encuesta hecha en 2016 que reveló que el 86 por ciento se opone.
Un investigador que trabaja para la organización estadounidense de la sociedad se infiltró en veintiún sitios para rastrear las ventas de partes de jirafa y hablar con los vendedores.
El investigador descubrió que se vendía el cuerpo disecado de una jirafa joven por 7500 dólares, de acuerdo con la Sociedad Humanitaria, y una almohada fabricada con una cabeza intacta del animal con todo y pestañas.
Para los forros de Biblia que se venden por 400 dólares y las botas de un precio igual de elevado, se elimina el pelo de la piel, de manera que no sea evidente que la materia prima es una jirafa.
Un video extraído de la cámara escondida que llevaba el investigador mostraba al vendedor explicando que las jirafas tenían que ser asesinadas porque son agresivas y ponen en peligro las vidas y el sustento de los aldeanos africanos. No obstante, Peyman comentó que no había evidencia de que las jirafas pusieran en riesgo a las personas o los cultivos. Estos animales evolucionaron para alimentarse de hojas de árboles y no son agresivos, recalcó.