Esta última minoría musulmana apátrida está considerada por la ONU como una de las más perseguidas del planeta.
“Al menos 49 hombres y 39 mujeres murieron”, indicó un responsable gubernamental, elevando así el balance de víctimas a casi 180 muertos desde junio. Grupos de defensa de los derechos humanos temen que ese balance, sin embargo, está sub-evaluado.
Durante el fin de semana en nuevos incidentes, cientos de habitaciones fueron incendiadas en Pauktaw, una de las comunas ya afectadas, “pero no hubo víctimas”, agregó el responsable. Miles de habitaciones han sido destruidas y más de 26.000 personas desplazadas, en gran mayoría musulmanes, según la ONU.
Estos nuevos desplazados se agregan a aquellos que ya habían huído de la violencia de junio. Varias decenas de miles de ellos, sobre todo rohingyas, siguen viviendo en condiciones miserables en campamentos alrededor de Sittwe, capital del Estado Rajin.
El gobierno y gran parte de los birmanos consideran a los 800.000 Rohingyas del Estado Rajin como apátridas y inmigrantes ilegales llegados del vecino Bangladesh, al punto que a menudo los llaman “bengalies”.
En los últimos meses, las hostilidades en su contra se han ido extendiendo a todos los musulmanes e incluso a los kamans, una minoría étnica oficialmente reconocida en Birmania.