El pontífice estadounidense, que también tiene pasaporte peruano, hizo referencia a la llegada de los misioneros a México y aseguró que" el Evangelio no borró lo que encontró, sino que lo transformó“.
Y agregó que “toda la increíble riqueza de los habitantes de aquellas tierras - lenguas, símbolos, costumbres y esperanzas- fue amasada con la fe, hasta que el Evangelio echó raíces en sus corazones y floreció en obras de santidad y belleza únicas”.
También aseguró que “en ese amanecer de la fe, Dios le regaló a la Iglesia un signo de perfecta inculturación” que fue la Virgen de Guadalupe y que “el mensaje de la Guadalupe se convirtió en impulso misionero”.
Destacó la figura del beato Juan de Palafox y Mendoza, pastor y misionero en Puebla que enseñó que “el verdadero misionero no domina, sino que ama; no impone, sino que sirve y no instrumentaliza la fe para obtener ventajas personales, ni materiales, ni de poder, ni de prestigio”.
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El pontífice agregó que ante “las divisiones sociales, los desafíos de las nuevas tecnologías y los deseos sinceros de paz”, los misioneros están llamados “a ser las manos de la Iglesia que coloquen la levadura del Resucitado en la masa de la historia, para que vuelva a fermentar la esperanza”.
“Hay que estar dispuestos a poner las manos en la masa del mundo. No es suficiente hablar de la harina sin ensuciarnos las manos; hay que tocarla”, agregó.
