Esta semana, el gobierno de Australia entregó los primeros 280 visados humanitarios a ciudadanos de Tuvalu, como parte de un tratado bilateral que permite la migración por causas climáticas.
Más del 78% de los habitantes de Tuvalu —aproximadamente 8.750 personas de una población total de 11.200— se inscribieron en un sorteo para acceder a estos visados, que otorgan permisos para vivir, estudiar y trabajar en territorio australiano. Sin embargo, debido a la cantidad limitada de cupos, muchos no fueron seleccionados y deberán esperar futuras rondas del programa.

Tuvalu está formado por tres islas coralinas y seis atolones, con una altitud máxima de apenas cinco metros sobre el nivel del mar.
La amenaza del aumento del nivel oceánico, sumada a la salinización de los suelos, la pérdida de tierras cultivables y la escasez de agua potable, hace que la vida en el archipiélago sea cada vez más insostenible. Según proyecciones científicas, el país podría quedar completamente sumergido antes de fin de siglo.
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Refugiados climáticos: la nueva era
El visado australiano representa un hito en el reconocimiento de los refugiados climáticos, una figura que aún carece de estatus legal internacional. Expertos señalan que este tipo de migración forzada será cada vez más común a medida que el calentamiento global avance.

A pesar del tratado con Australia, el gobierno de Tuvalu ha dejado claro que no abandonará su territorio. Durante la reciente Cumbre sobre los Océanos en Niza (junio de 2025), el primer ministro Feleti Teo reafirmó ante la ONU su voluntad de preservar la soberanía nacional.
“Dejar nuestras islas no es una opción. Esta tierra nos la entregó Dios y tenemos la intención de quedarnos”, declaró.

Lenta ayuda económica
Teo también criticó la lentitud en el desembolso de fondos internacionales para obras de adaptación climática.
Su país tardó varios años en obtener los primeros US$ 40 millones para elevar la isla principal. Pero se estima que serán necesarios al menos US$ 400 millones para mitigar los efectos del cambio climático en todo el archipiélago.
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Con una superficie de apenas 26 km² y una población inferior a los 11.000 habitantes, Tuvalu se ha convertido en un símbolo del impacto humano del cambio climático.

Mientras sus ciudadanos intentan construir una nueva vida en el extranjero, su gobierno lucha por conservar su territorio, su cultura y su existencia como nación soberana.