Gildo Insfrán, nacido en Laguna Blanca y con raíces paraguayas por parte de su padre oriundo de Ñeembucú, lleva 39 años gobernando la provincia de Formosa. Veterinario de profesión y político de oficio, Insfrán fue vicegobernador entre 1987 y 1995, y desde entonces no ha soltado las riendas del poder. Su última victoria, con más del 67% de los votos, lo posiciona una vez más en la cima de la política formoseña, ahora con mayoría para reformar la Constitución provincial.
En las recientes elecciones para convencionales constituyentes, el Partido Justicialista arrasó. La lista encabezada por María Graciela de la Rosa se impuso con comodidad, dejando muy atrás al Frente Amplio Formoseño y a La Libertad Avanza. La participación electoral, que superó el 70% pese al mal tiempo, legitimó una vez más al “modelo formoseño”, basado en el centralismo y el clientelismo político.
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La Constitución como herramienta personal
Insfrán ya reformó la Constitución de Formosa una vez, en 2003, para habilitar la reelección indefinida. Esta jugada le permitió encadenar victoria tras victoria sin alternancia democrática real. Ahora, con la Corte Suprema nacional cuestionando ese privilegio, su bloque buscará una nueva reforma. Oficialmente, el cambio apunta a los “derechos de cuarta generación”, pero el trasfondo es claro: garantizar que Gildo pueda seguir en el cargo.
En un intento de frenar su permanencia, la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró inconstitucional la reelección indefinida. Sin embargo, el poder territorial de Insfrán lo blindó. La convocatoria a una reforma constitucional y el nuevo aplastante triunfo electoral fueron su respuesta política. Se prevé que sectores afines en la Justicia provincial avalen una reelección “desde cero” si se promulga una nueva Carta Magna.
Ahora, con 21 de los 30 convencionales constituyentes, el oficialismo tiene vía libre para modificar la Constitución provincial a su medida. Aunque se insista en que la reforma se centra en “derechos de cuarta generación”, el verdadero objetivo es allanar el camino jurídico para que la reelección indefinida vuelva a ser legal. En los hechos, esto permitiría que Insfrán ignore el fallo de la Corte Suprema que la declaró inconstitucional y se presente nuevamente en 2027, aferrado a una nueva Carta Magna hecha a su medida.

Oposición fragmentada y sin fuerza real
Mientras Insfrán concentra cada vez más poder, la oposición naufraga. El senador Paoltroni, ex aliado de Javier Milei, no logró capitalizar el descontento. La Libertad Avanza se diluyó en internas y sublemas sin tracción. Gabriela Neme, una de las voces más críticas, pidió intervención federal, pero su pedido suena a grito solitario. La falta de unidad y proyecto deja a la oposición como mera espectadora.
Un modelo político que no admite críticas
Insfrán ha construido un sistema cerrado, casi impenetrable. El “modelo formoseño” no solo se defiende con votos, sino también con un discurso localista que rechaza las críticas externas. Ante los cuestionamientos de organismos de derechos humanos o del gobierno nacional, su respuesta es siempre la misma: autonomía provincial y defensa del pueblo formoseño.
La relación con Paraguay, entre símbolos y tensiones
Hijo de un paraguayo que combatió en la Guerra del Chaco, Insfrán ha cultivado lazos con Paraguay. Fue condecorado por el gobierno de Horacio Cartes en 2016 por su apoyo durante la crecida del río en Alberdi. Sin embargo, también protagonizó controversias, como cuando impulsó un proyecto de planta nuclear en territorio formoseño sin consultar al país vecino. Su vínculo con Paraguay oscila entre la cercanía simbólica y la omisión diplomática.
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Apoyos que no faltan
Cristina Fernández de Kirchner no tardó en felicitarlo tras el triunfo. Desde su departamento en Constitución, donde cumple una condena por corrupción, saludó al “compañero Insfrán” por el “excelente resultado del peronismo”. Este respaldo deja en claro que, pese a las críticas internas o externas, el PJ nacional sigue considerando a Formosa un bastión inviolable.
¿Fin de ciclo o ciclo sin fin?
A sus 74 años, Gildo Insfrán no da señales de retirarse. Mientras concentra poder y rediseña la Constitución, el debate gira en torno a si se perpetuará nuevamente o cederá el mando a un delfín leal. En una Argentina que atraviesa turbulencias políticas y económicas, Formosa parece una isla de estabilidad artificial, donde la alternancia democrática es solo un decorado. La historia juzgará si su legado es el de un estadista o el de un caudillo sin fecha de vencimiento.
Formosa: postergada provincia del norte argentino
Formosa es una de las provincias más postergadas del norte argentino, con una economía fuertemente dependiente del Estado y escasa actividad privada. Su estructura productiva se basa en la agricultura familiar, la ganadería de subsistencia y algunas industrias aisladas, sin desarrollo exportador significativo. La coparticipación federal representa más del 90% de sus ingresos, lo que la convierte en una provincia estructuralmente dependiente del poder central y del gobierno provincial. Más del 40% de la población vive por debajo de la línea de pobreza y el empleo público es la principal fuente de trabajo, generando un esquema clientelar donde la supervivencia económica muchas veces depende del alineamiento político.
A pesar de los discursos oficiales sobre crecimiento y desarrollo, los indicadores sociales revelan una realidad de exclusión, con elevados niveles de desnutrición infantil, deficiente infraestructura sanitaria y limitadas oportunidades educativas.
Fuente: Clarin.