EE.UU. y China se citan tras un intercambio de castigos comerciales recrudecido desde abril

EE.UU. y China se citan en Suiza el fin de semana para tratar de rebajar su conflicto comercial después de que el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca propiciara, sobre todo desde abril, un intercambio de golpes en forma de castigos arancelarios mutuos que actualmente sitúan los gravámenes en el 145 % y el 125 % para sus respectivas exportaciones.

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El regreso de Trump llega precedido por el Gobierno de Joe Biden (2021-2025), quien mantuvo la mano dura con la que su predecesor gestionó a la segunda potencia mundial en su primer mandato (2017-2021).

Cuando Trump retoma el cargo en enero con la idea de voltear radicalmente la política comercial estadounidense, los aranceles máximos que imponen uno y otro país a determinados productos se sitúan en torno al 20 % de su valor, según distintos análisis.

El 1 de febrero, 12 días después de jurar por segunda vez el cargo, Trump firma una orden ejecutiva que grava todas las importaciones chinas con un arancel mínimo del 10 % como respuesta a lo que el mandatario considera esfuerzos insuficientes de Pekín por combatir la entrada de fentanilo en EE.UU.

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Esa partida entra en vigor el 4 de febrero, día en que el Gobierno del presidente chino, Xi Jinping, responde con impuestos aduaneros del 15 % al carbón y al gas natural licuado (GNL) estadounidenses, además de un 10 % al crudo, maquinaria agrícola, automóviles de gran cilindrada y camionetas.

Aluminio y acero

El 10 de febrero Trump anuncia que el 12 de marzo entrarán en vigor aranceles del 25 % para todo el aluminio y acero que entre en Estados Unidos.

Como China ya cargaba con una tasa del 20 % en este apartado, la imposición estadounidense pasa a ser del 45 % para su acero y aluminio, una medida que en realidad no le afecta gravemente ya que, pese a ser el mayor fabricante mundial de estos dos materiales, apenas los exporta al país norteamericano.

Tres semanas después, el 4 de marzo, el presidente estadounidense anuncia un 10 % adicional a los aranceles que soporta China, de nuevo por su inactividad con respecto al tráfico de químicos empleados para fabricar fentanilo, y Pekín contraataca poco después con un 15 % impuesto a los productos agrícolas de EE.UU.

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En este punto, antes de la recrudecida ofensiva acometida por Trump en abril, todos los productos chinos pagan mínimo un 20 % al cruzar la aduana estadounidense, mientras que distintos bienes de la primera economía mundial pagan entre un 10 y un 15 % al llegar al país asiático.

Antes de anunciar a bombo y platillo aranceles generalizados en el llamado “día de la liberación” el 2 de abril, el presidente estadounidense presenta gravámenes del 25 % a todos los coches que se exporten a su país y que se hacen efectivos el 3 de abril.

Castigo extra en el “día de la liberación”

El “día de la liberación” Trump aplica a China un arancel extra del 34 %, lo que eleva al 54 % el volumen de aranceles estadounidenses.

Al cabo de dos días, el gigante asiático activa otro 34 % para todas las mercancías estadounidenses, lo que enfurece al neoyorquino, que, una semana después, anuncia una congelación de los llamados “aranceles recíprocos” para el resto del mundo de cara a negociar acuerdos específicos e incrementa, por contra, el castigo sobre China en otros 50 puntos, elevando su carga al 104 %.

A continuación Pekín replica elevando las barreras aduaneras hasta el 84 % y Trump sube su envite hasta el 145 %.

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El 11 de abril llega la última respuesta de las autoridades chinas, que dicen que incrementarán los gravámenes para productos de EE.UU. hasta el 125 % y que ignorarán cualquier represalia posterior de Washington al considerar que el mercado chino ya no podrá absorber ninguna importación estadounidense con esos niveles de carga.

Entre tanto, una directiva pública de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos revela que teléfonos, ordenadores, chips, pantallas y otros dispositivos electrónicos -incluidos los que vienen de China- quedan eximidos de los aranceles activados a partir de abril y que solo están sujetos a un 20 % si proceden de territorio chino.

De este modo, las conversaciones en Ginebra arrancarán con las importaciones estadounidenses gravadas al 125 % en China y los productos de la potencia asiática generalmente soportando un 145 %, aunque algunos, como en el caso de las baterías, los paneles solares o los minerales críticos, pueden llegar a cargar con imposiciones de hasta el 245 % si se les aplica el nivel de gravamen máximo que contempla la sección 301 de la ley de comercio estadounidense.

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