Laura, la transexual paraguaya que le enviaba empanadas a Francisco y fue a despedirse de él

ROMA. Laura Esquivel es una mujer transexual paraguaya que fue a despedirse definitivamente del papa Francisco. Llegó a la basílica de San Pedro, acompañada por Sor Geneviève Jeanningros, la monja francesa amiga del pontífice.

La paraguaya Laura Esquivel (i), la primera transexual que estrechó la mano del papa, acudió este viernes a la basílica de San Pedro con la monja Genevieve.
La paraguaya Laura Esquivel (i), la primera transexual que estrechó la mano del papa, acudió este viernes a la basílica de San Pedro con la monja Genevieve.Salvatore Cernuzio

Geneviève, en el último día en que el papa yace a los pies del baldaquino de Bernini, visitó el féretro del papa Francisco junto a Laura Esquivel, la primera transexual que estrechó la mano del papa.

Lo vi siete veces y comimos juntos. Le cocinaba empanadas de vez en cuando y se las mandaba. Le quería mucho”, declaró Esquivel a la salida a ‘Vatican News’.

La hermana Genevieve Jeanningros  (centro, con bufanda) llega a la plaza de San Pedro acompañada por mujeres transexuales, entre ellas la paraguaya Laura Esquivel (a quien se observa en el fondo, con cabello rubio).
La hermana Genevieve Jeanningros (centro, con bufanda) llega a la plaza de San Pedro acompañada por mujeres transexuales, entre ellas la paraguaya Laura Esquivel (a quien se observa en el fondo, con cabello rubio).

“Sus ojos, su mirada, cuando me dijo ‘adelante’”, eso es lo que más echará de menos Geneviève, tal y como confesó al mencionado medio, justo después de haberse despedido con un beso dirigido al féretro.

Geneviève y su salto al protocolo

“Y también su ayuda. Tuvimos mucha ayuda. Pero tal vez más la ayuda moral, ya ves, vinimos tantas veces, su bienvenida no tenía límite. Y también mucha esperanza”, añadió la monja, que se ha hecho viral en los últimos días por saltarse el protocolo el pasado miércoles, el primer día de la capilla ardiente.

Allí, la monja de 81 años, de la orden de las Hermanitas de Jesús y con una mochila sobre sus hombros, se acercó discretamente a la zona donde se había colocado el féretro del papa Francisco para rezar y llorar en silencio.

A pesar de que no formaba parte del rígido protocolo que obligaba a los cardenales, obispos y personal del Vaticano a ser los primeros en dar el adiós al pontífice, nadie se atrevió a decirle a la religiosa que ese no era su lugar y allí permaneció durante varios minutos.

La ’enfant terrible‘, así llamaba el papa Francisco a esta religiosa que se dedica desde hace 56 años a asistir a las mujeres transexuales y a los feriantes de Ostia, la costa de la región del Lacio.

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