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En la línea de sus antecesores, el jesuita argentino ha continuado en el empeño de ser un ‘pontifex’, del latín constructor de puentes, con las distintas ramas del cristianismo, con todas las religiones, e incluso con los no creyentes. ‘Los cristianos mientras más cerca estén de Cristo, tanto más cerca están entre sí‘, ha señalado Francisco.
‘Si en el curso de la historia las divisiones han sido causa de sufrimiento, hoy debemos comprometernos a invertir el rumbo, avanzando por caminos de unidad y fraternidad, que comienzan precisamente rezando, estudiando y trabajando juntos’, decía en 2023, en una audiencia con los participantes de una cita ecuménica.
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De cismáticos a ‘hermanos separados’
Ya el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, supuso una renovación doctrinal, también en lo relativo al ecumenismo.
La unión con otras confesiones fue uno de los puntos más debatidos y en el decreto sobre ecumenismo, promulgado en 1964, se hablaba ya no de confesiones ‘cismáticas’ sino de ‘hermanos separados’.
Pablo VI impulsó esa idea ecuménica que plasmó en gestos como el histórico encuentro en Jerusalén con el patriarca ortodoxo Atenágoras I en 1964 o la visita del arzobispo de Canterbury, cabeza de la iglesia anglicana, al papa en 1967.
Juan Pablo II, autor de la encíclica “Ut unum sint” (que todos sean uno), primera de un Pontífice sobre ecumenismo, y Benedicto XVI continuaron con esa idea ecuménica, empeño pastoral de sus respectivos papados.

El diálogo ecuménico, un reto
Y en esta línea siguió el jesuita Francisco para quien la nueva evangelización y el diálogo ecuménico han sido los retos de su pontificado, que inició con la misa solemne el 19 de marzo de 2013, a la que asistió Bartolomé I, primer patriarca ortodoxo presente en ese evento desde el Gran Cisma de 1054, el que dividió las iglesias de Oriente y Occidente.
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De los viajes pastorales de Francisco, muchos han tenido un marcado carácter ecuménico.
Según el pontífice “el movimiento ecuménico nació del deseo de dar testimonio juntos, con los demás y no alejados unos de otros, o peor aún, unos contra otros”.
Así, como peregrino y con ese propósito de unidad, viajó en 2014, un año después de ser elegido papa, a Tierra Santa, y en la sede patriarcal de la ciudad vieja de Jerusalén renovó con el patriarca Bartolomé I una apuesta por la unidad mediante la firma de una declaración conjunta.
Allí, en un acto histórico oró en la basílica del Santo Sepulcro con los representantes de las iglesias cristianas presentes.
Viajó también a Turquía y, en un momento de recogimiento, que presenció el mundo, meditó en la Mezquita Azul de Estambul, en la que se descalzó, inclinó la cabeza y unió sus manos a las del muftí de la ciudad, Rahmi Yaran.
Se reunió además con el Gran Rabino turco y en la catedral católica de la antigua Constantinopla defendió ‘la variedad’ de la Iglesia y pidió abandonar los ‘particularismos y exclusivismos’ que provocan la división de los cristianos.

‘¡Finalmente!’ ‘hermano Cirilo’
‘¡Finalmente!‘, exclamó el papa al ver en 2016, en La Habana, al que llamó su “hermano Cirilo”, el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kiril; encuentro comparable al del abrazo de Pablo VI con el patriarca Atenágoras, en 1964 en Jerusalén.
En Suecia participó después en los actos del 500 aniversario de la Reforma protestante, en un gesto histórico de diálogo entre ambas iglesias. ‘Luteranos y católicos rezamos juntos en esta Catedral’, la catedral luterana de Lund.
Ese viaje despertó recelos, pero Francisco precisó que se trataba de conmemorar años de diálogo y sobre todo las bases que inspiraron la Reforma del agustino Lutero contra una Iglesia para privilegiados.
Históricos, por su marcado carácter ecuménico, fueron también sus viajes a Emiratos Árabes Unidos y a Marruecos, en 2019.
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En Abu Dabi selló un documento para promover el diálogo y la paz con el gran imán de Al Azhar, Ahmad al Tayeb, institución de referencia del islam suní y en Marruecos, siguiendo los pasos de Juan Pablo II, firmó, con el rey Mohamed VI, un documento para preservar Jerusalén como símbolo de convivencia y lugar de encuentro de las religiones monoteístas.

Peregrino en Irak
Infatigable y tenaz en sus propósitos, Francisco peregrinó en 2021 a Irak, en el primer viaje de un papa a ese país árabe, cargado de simbolismo.
Allí la reunión con el ayatolá Ali al Sistani, uno de los principales líderes religiosos chiíes, fue el mensaje.
El papa argentino visitó Ur, la cuna de Abraham, la llanura de Nínive y las ciudades de Mosul y Qaraqosh, destrozadas por el Estado Islámico, así como Erbil, la capital de Kurdistán, cobijo de los cristianos en su huida de los yihadistas.
Posteriormente, con la guerra de Ucrania de fondo, y para intensificar las relaciones con el Islam, viajó a Baréin, que por primera vez recibía a un papa, entonces en silla de ruedas por sus problemas de salud.
Para el recuerdo queda la imagen del beso del gran imán de la mezquita de Istiqlal, en Yakarta en 2024 en la cabeza de Francisco y la respuesta del papa besando las manos del imán en varias ocasiones.
En su persistente empeño por conseguir la unidad de los cristianos decía poco antes de ingresar en el hospital Gemelli de Roma y en referencia a la Semana Santa: ‘la Iglesia católica está dispuesta a aceptar la fecha que todos quieran’. Hablaba Francisco de una fecha de unidad para la celebración de la Pascua de Resurrección cristianos católicos y ortodoxos juntos.
Por Ángeles Martínez, para EFE Reportajes.