Forman parte de los alrededor de 125.000 palestinos que, según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), se han visto desplazados en la Franja de Gaza por los ataques y órdenes de evacuación del Ejército israelí desde que Israel rompió el alto el fuego en la madrugada del martes, lo que dio pie a una ofensiva que ha matado ya a más de 600 personas en el enclave.
Malviviendo entre basura
Algunos de los desplazados de las zonas norteñas ubicadas junto a la frontera con Israel se han visto obligados a instalar sus tiendas junto a un basurero cercano al Estadio Palestina ante la escasez de terreno libre.
Kifah Fahd Sobhi Subh es una de ellos. Explica a EFE que tuvo que montar allí su tienda porque no había ningún otro sitio disponible.
"Todas nuestras casas están destruidas, no hay campamentos donde refugiarnos. Todos nos ven morir lentamente. Ha habido bombardeos sobre nosotros desde el iftar (comida de la tarde con la que se rompe el ayuno del mesa grado musulmán de Ramadán) hasta el suhur (última comida antes de empezar el ayuno antes del alba)", explica frente a las montañas de deshechos.
Tiendas como la de Kifah se ven desperdigadas entre montañas de basura, con niños rebuscando entre ellas algo de comer en un territorio que sufre desde hace tres semanas un bloqueo total de suministros impuesto por Israel, lo que ha conllevado un aumento desorbitado de los precios de los alimentos y la ausencia casi total de frutas y verduras, ya que solo se encuentran las cultivadas en la propia franja.
Allí viven familias enteras soportando las lluvias de los últimos días y el frío invernal, a las que se ve caminando en camino embarrados entre los montones de basura.
Las condiciones, dice la mujer, son extremas: "Vivo en un basurero, el olor me asfixia, ni hablar de los niños. Estoy mal. Los niños sufren sarna y suciedad y las alcantarillas vierten por todas las partes que nos rodean".
Ella y cientos más se han trasladado hasta esas zonas huyendo de los bombardeos en Beit Hanoun, que el Ejército israelí llamó a evacuar el martes horas después de lanzar su ofensiva, y Beit Lahia, donde las tropas entraron por tierra este viernes después de que muchas familias de otras zonas se refugiaran allí.
Yasir Subh, desplazado de Beit Lahia de 41 años, denuncia que duerme "pegado a la basura, pegado a este olor, a las enfermedades, a los insectos".
"Mi hijo grita por la noche y me dice: 'Papá el olor de la basura me asfixia', y le respondo: '¿A dónde vamos hijo?, no hay sitio'". "Los judíos -añade- no respetan a nadie, ni a instituciones ni a nada. No les importa, atacan a niños, a mayores y destruyen todo".
Libros contra el frío
A apenas dos kilómetros del vertedero, decenas de familias palestinas más viven en otro de los refugios improvisados de los gazatíes: los edificios bombardeados de la Universidad Islámica de Gaza.
Los refugiados buscan techo entre sus paredes perforadas, instalando tiendas dentro de ellas para huir del frío. En el anfiteatro de la universidad, el escenario, aún con el tejado en pie, alberga ahora dos tiendas unidas por unos toldos frente a un patio de butacas calcinado.
En el exterior, niños gazatíes rescatan libros de la biblioteca universitaria para hacer fuego, usarlos de barrera contra el frío en las ventanas sin cristales o, llegado el caso, poder venderlos para conseguir comida.
Vacío de estudiantes, el espacio entre los edificios es ahora un ir y venir de chiquillos abriéndose paso entre los escombros con bolsas o carretillas de volúmenes en árabe o inglés, mientras las mujeres tienden la ropa en los esqueletos de los edificios sin ventanas.
"Aquí nadie nos hace caso", dice Yasir desde su refugio en el vertedero, e invita a los que viven "fuera" de Gaza a que vayan donde él tiene que pasar los días, y que lo hagan "solo diez minutos para ver si aguantan el olor y esta vida dura".