“La política definida del país dice que las armas de destrucción masiva no tienen cabida en nuestra doctrina de defensa”, dijo en una rueda de prensa el ministro iraní de Exteriores, Abás Araqchí.
El diplomático hizo referencia a las “declaraciones de diferentes partes” que en las últimas semanas han llamado a revisar la doctrina nuclear del país, que establece un uso pacífico y prohíbe las armas nucleares, tal y como estableció una fatua (edicto religioso) del líder supremo de Irán, Ali Jameneí.
“Tenemos confianza en nuestra política y continuaremos por el camino oficial independientemente de las reacciones de los demás”, indicó Araqchí.
Hace dos semanas, 39 parlamentarios ultraconservadores enviaron una carta al Consejo Supremo de Seguridad Nacional pidiendo que se reconsiderara la doctrina de defensa de la República Islámica de Irán.
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Los parlamentarios -de un total de 290- alegaron que la fatua de Jameneí prohibiendo la fabricación y el uso de armas de destrucción masiva puede cambiar según las condiciones y apuntaron a las tensiones con Israel para ello.
Diversos medios ultraconservadores se sumaron a estas peticiones mientras el país espera la venganza israelí por el ataque con misiles del 1 de octubre, que fue una represalia por los asesinatos del líder de la milicia libanesa Hizbulá, Hasán Nasrala, y el de Hamás, Ismail Haniyeh.
Irán ha asegurado hasta ahora que su programa nuclear tiene un fin exclusivamente civil, aunque su programa atómico ha avanzado mucho en los últimos años tras el colapso del acuerdo nuclear firmado en 2015.
Según el más reciente informe del OIEA, emitido en agosto en Viena, Irán produce uranio altamente enriquecido, hasta el 60 %, un material que apenas tiene usos civiles pero sí militares.