Una exposición titulada “Vive l’impressionnisme!”, que abre sus puertas al público este viernes en el Museo van Gogh de Ámsterdam, ofrece una mirada completa del impresionismo con más de 100 obras maestras, así como su impacto en Países Bajos y cómo algunas de las principales piezas de este movimiento acabaron en museos y colecciones privadas neerlandesas.
La muestra tiene lugar con motivo del 150 aniversario de este movimiento.
El 15 de abril de 1874, varios artistas jóvenes abrieron su propia exposición en un bulevar de París, lo que les permitió librarse de las estrictas reglas de admisión del salón anual, donde el orden establecido decidía qué se mostraba, y las obras impresionistas se consideraban demasiado revolucionarias a ojos de la crítica más tradicional de la Francia de la época.
Lea más: El “Indiana Jones del arte” recupera una obra robada de Van Gogh en Países Bajos
Este momento, señala el museo, dejó al público “completamente conmocionado” y se considera el nacimiento del impresionismo.
El Museo van Gogh y la galería de oportunidades perdidas
Con el tiempo, el impresionismo se convirtió en uno de los movimientos más influyentes y queridos de la historia del arte, como muestra esta nueva exposición, que incluye pinturas icónicas, acuarelas y esculturas firmadas por artistas como Claude Monet, Paul Cézanne, Camille Pissarro, Berthe Morisot y Auguste Rodin, entre otros.
La exposición, que estará disponible hasta el 26 de enero, también dedica una instalación llamada “La Galería de Oportunidades Perdidas” a las obras impresionistas importantes que alguna vez estuvieron en Países Bajos, pero fueron adquiridas por colecciones internacionales.
Varios visionarios, entre ellos el marchante de arte Theo van Gogh -hermano del artista Vincent- están detrás de los esfuerzos que hicieron que el impresionismo llegara a Países Bajos.
Fleur Roos Rosa de Carvalho, investigadora del museo, explica que la pregunta central del trabajo detrás de la muestra es cómo y cuándo llegaron estas obras a Países Bajos, y hasta qué punto estaban preparados los neerlandeses, en un país predominantemente conservador y de arte tradicional, para abrazar un movimiento artístico tan moderno y colorido procedente de París.
Una de las reseñas neerlandesas escritas en aquella época sobre una exposición impresionista en Paris, recuerda Rosa de Carvalho, concluía que “¡Esta locura nunca podrá ganarse el nombre de arte!”, porque, explica, se consideraba que este movimiento artístico era resultado de “los desvaríos de locos, borrachos y niños”.
El Museo van Gogh y la cultura neerlandesa
La exposición destaca que, en Países Bajos, se compraron “muy pocas obras en las que la vida urbana parisina fuera el tema central, así que se ve que los paisajes fueron lo más coleccionado y valorado, porque estaban más conectados” con la propia tradición neerlandesa.
“También cuestionamos en la exposición por qué en Países Bajos valoramos tanto que haya una conexión con nuestro país en una obra de arte. Cuando Monet pintaba un molino en Zaandam, era mucho más deseado que cuando pintaba una palmera en Mónaco. Ese nacionalismo estaba muy presente en la cultura neerlandesa a finales del siglo XIX”, analiza la experta.
Y señala que esa “necesidad de proteger el propio patrimonio cultural” se extendía al resto del mundo.
La exposición es una colaboración única entre quince museos y colecciones privadas de Países Bajos, que permitieron que el centenar de obras más importantes del impresionismo francés se dieran cita en Ámsterdam este otoño.
El propio Vincent van Gogh abrazó este movimiento artístico cuando se mudó a París en 1886, al ver con sus propios ojos el trabajo de los impresionistas.
No obstante, la directora de la pinacoteca, Emilie Gordenker, explica que esta exposición no cuenta la historia del impresionismo “de manera nacionalista”, sino que busca una perspectiva más nacional, sobre la actitud inicial hacia el movimiento y su trayecto hasta Países Bajos.