Figura casi anónima fuera de su Noruega natal, Backer firmó una sólida carrera artística, que la llevó a vivir en París y Múnich en una época, a finales del XIX e inicios del XX, en la que las mujeres tenían muchos más frenos y prejuicios para su desarrollo profesional que hoy en día.
Procedente de una familia de artistas, no se casó ni tuvo hijos, lo que le ayudó a tener más tiempo para su obra.
En la exposición del Orsay presentada este viernes a la prensa se muestran 89 obras, que se estructuran en siete partes temáticas coincidentes con su evolución profesional.
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La época de su formación en Europa alumbra unos primeros cuadros marcados por un estilo figurativo y acentuados claroscuros, como en ‘L’aideu’ (1878).
La noruega Backer retrata a mujeres haciendo sus labores
Ya en el ecuador de su carrera, emerge una Backer más difuminada e influida por el impresionismo entonces en boga. Ejemplo de ellos es ‘La ferme de Jonasberget’ (1892).
De temáticas costumbristas, que retratan a mujeres haciendo sus labores (‘Femme cousant à la lueur de la lampe’, 1890) o de iglesias (‘Baptême dans l’église de Tanum’ (1892), las pinturas de la noruega se extienden bien entrado el siglo XX. Todas ellas desatacan por el cautivador empleo de la luz y el color.
Entre 1891 y 1909, la artista abrió en Noruega su propia escuela de pintura en la que acogió a numerosos alumnos hombres y mujeres.
Fallecida en Oslo a los 85 años, durante sus últimos años sufrió de cataratas en los ojos.