“‘Democracia’, lo sabemos bien, es un término nacido en la antigua Grecia para indicar el poder ejercido por el pueblo a través de sus representantes. Una forma de Gobierno que, si por un lado se ha extendido de forma global en las últimas décadas, también parece sufrir las consecuencias de una enfermedad peligrosa, el escepticismo democrático”, sostiene el pontífice argentino.
Sus reflexiones inéditas son la introducción a una antología sobre sus mensajes titulada 'Al corazón de la democracia' y han sido publicadas por el periódico 'Il Piccolo' por la visita que el papa llevará acabo mañana a Trieste para participar en la clausura de la 50ª Semana Social de los Católicos en Italia.
En el documento, Francisco destaca los problemas que los sistemas democráticos encuentran, como la desigualdad en sus sociedades o lo que él suele denominar "paradigma tecnocrático", es decir, la imposición de las nuevas tecnologías en la vida de la humanidad.
"La dificultad de las democracias de hacerse cargo de la complejidad del tiempo presente -pensamos en las problemáticas vinculadas a la falta de trabajo o al poder del paradigma tecnocrático- parece a menudo ceder paso a la fascinación del populismo", alegó el pontífice.
Francisco, por contra, defendió como "un gran e indudable valor" la capacidad de estar "juntos": "El ejercicio del gobierno se da en el ámbito de una comunidad que debate, libre y laica, por el bien común, que es otra forma de llamar a la política", apuntó.
"Me gustaría, pensando en la actualidad, decir qué significa el 'corazón' de la democracia: juntos es mejor que solos, que es peor. Juntos es hermoso porque solos es triste. Juntos significa que uno más uno no son dos, sino tres, porque la participación y la cooperación crean lo que los economistas llaman valor adjunto", dijo.
El papa también mostró el otro lado de la medalla: los regímenes "estatistas" o "dirigistas" en los que "nadie participa, todos asisten, pasivos".
"La democracia implica participación, nos pide ponernos en el lugar del otro, arriesgarnos al debate, de meter en la cuestión los propios ideales, las propias razones. Arriesgar. El riesgo es un terreno fecundo en el que germina la libertad", aseguró.
Y terminó: “Por el contrario, ‘balconear’ (en español), ver desde la ventana todo lo que ocurre a nuestro alrededor, no solo no es éticamente aceptable, sino egoísta, no es sabio ni conveniente”.