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Tener 95 años de edad y llevar varios meses internado en una clínica después de un accidente cerebrovascular: he ahí un polvorín que solo necesita la chispa de un rumor, un chisme, un tuit para estallar.
Eso fue lo que sucedió esta semana con el bochornoso “asesinato” virtual, a golpes de obituarios, homenajes y adioses, del lingüista estadounidense Noam Chomsky.
La “noticia” no verificada se viralizó inicialmente en las redes sociales. La revista alemana Der Spiegel señala como origen del bulo una publicación en X de una usuaria que se presenta como “antropóloga”. La usuaria, según confirmamos, eliminó su tuit horas después.
El periódico argentino La Nación, por su parte, informa que recibió un e-mail del “asesino de Twitter” (ahora X), el periodista italiano Tommaso Debenedetti, que se atribuyó el “homicidio virtual” del lingüista.
Debenedetti ya ha “asesinado” en cuentas falsas de Twitter y X, entre otros, al novelista japonés Haruki Murakami, al Nobel de literatura peruano Mario Vargas Llosa y al narrador argentino César Aira -a este último, desde la cuenta falsa de la ministra de Capital Humano de Argentina, Sandra Pettovello.
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“[Ayer] he creado una falsa cuenta X de la Universidad de Arizona donde he posteado el anuncio: Our dearest Professor Noam Chomsky dies minutes ago in Brazil. La cuenta fue suspendida rápidamente por X, pero increíblemente muchos medios de Estados Unidos y de toda América publicaron la noticia como verdad. Sin ningún control ni verificación”, denunció Debenedetti (citado por La Nación).
La noticia falsa fue dada por cierta. Y lo peor: respondida con tal grado de precipitación, que conocidos políticos, académicos y periodistas de todo el mundo, como Íñigo Errejón, Pablo Iglesias o Ignacio Ramonet, entre otros, lamentaron públicamente su pérdida.
Pero el primer medio de comunicación que impulsó el grosero equívoco al siguiente nivel de gravedad al darle espacio en la prensa -en la prensa de cierta importancia, o al menos de cierto prestigio- fue la revista estadounidense de izquierda Jacobin, que el martes 18 de junio pasó a la historia de los errores garrafales del periodismo al publicar el obituario “Recordamos a Noam Chomsky, el gigante intelectual y moral”.
El macabro tiempo verbal pasado del título gobernaba todo el texto publicado en Jacobin (“Chomsky fue...”, “Chomsky encarnó...”, etcétera).
Jacobin no mencionó jamás una fuente de la información del supuesto fallecimiento. Entre los muchos medios de prensa que se apresuraron a seguir su ejemplo, sin atisbos de verificación, estuvieron la revista The New Statesman y los diarios Tiempo Argentino y Página 12.
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La noticia falsa fue desmentida esa misma tarde públicamente por la agencia Associated Press (AP). El académico José M. Santana, compañero de investigación de Chomsky, compartió un captura de pantalla de una conversación suya con la esposa del intelectual, Valeria Wasserman, en la que esta desmiente la muerte. El Hospital Beneficência Portuguesa de Sao Paulo informó en un comunicado que Noam Chomsky estaba vivo y había sido dado de alta ese día para continuar su tratamiento en su casa.
Quedó claro que se había tratado de una falsa alarma. The New Statesman eliminó su obituario. Jacobin, en cambio, editó el suyo.
Los editores de Jacobin, en lugar de disculparse o retractarse, optaron por cambiar el título, de “Recordamos a Noam Chomsky, el gigante intelectual y moral” (”We Remember Noam Chomsky, the Intellectual and Moral Giant”) a “Celebremos a Noam Chomsky, el gigante intelectual y moral” (“Let’s Celebrate Noam Chomsky, the Intellectual and Moral Giant”).
Sin embargo, no solo el contenido del artículo conservaba rastros de su propósito original (lo que, con un poco más de edición, sería subsanable), sino que la palabra “obituary” en la URL los delataba inequívocamente.
Ante eso, Jacobin optó por volver a publicar su obituario, ya editado para metamorfosearlo en inocente celebración gratuita con una URL limpia de polvo y paja. El enlace delator actualmente está roto.
No toda la prensa se dejó arrastrar por la carrera en pos de primicias. No todos los diarios publicaron obituarios despidiendo prematuramente a Chomsky. Esto quiere decir que, por fortuna, no todos los reporteros jadean en pos de cada estornudo de los influencers y que no todos los periodistas han cambiado el rigor por el rating. Sin embargo, lo que sucedió esta semana con el caso de la “muerte y resurrección” de Noam Chomsky es un aviso que conviene tomar en cuenta.