Cargando...
El Washington Post de Estados Unidos hizo un especial eco del caso de una mujer trans paraguaya que pudo contactar con el papa Francisco y comenzar una historia que prácticamente cambió su vida. Se trata de Laura Esquivel, de 57 años, que desde 1993 vivía indocumentada en Italia y se dedicaba a la prostitución.
En su tercer acercamiento, ella sintió temor por lo que dirían de su vestimenta en la Santa Sede. Vestida con un conjunto de pantalones de cuero ajustados, su atuendo contrastaba vivamente con el entorno solemne y espiritual del lugar. A pesar de la confianza con que caminaba, una pregunta surgió de sus labios, revelando un vislumbre de inseguridad: “¿Es demasiado? ¿Mi maquillaje?”, refirió el prestigioso periódico.
Surgía en Laura una mezcla de pensamientos entre la modernidad y la tradición, porque era consciente de los requisitos para una audiencia papal y de lo que ella demostraba con su identidad. Recordó que en su primera visita derramó lágrimas cuando la bendijo. Luego formó parte de un grupo de mujeres trans que tuvieron las puertas abiertas del papa.
Llegó a conocerla lo suficientemente bien como para preguntarle sobre su salud. Además de su VIH de larga data, recientemente le habían diagnosticado cáncer. Durante el tratamiento, la Iglesia le consiguió una cómoda habitación de hotel a la sombra del Coliseo y le proporcionó comida, dinero, medicinas y pruebas, refiere por su parte Infobae en su reciente publicación.
Lea más: Organizaciones LGBT repudian dichos del ministro Carlos Giménez
Sus contactos con el papa
La conexión más directa de Laura con el papa fue en una animada tarde de marzo al comienzo de la pandemia, cuando un pequeño sacerdote de voz aguda llevó su Fiat Panda color cobre hasta su lúgubre edificio de apartamentos en Torvaianica.
A 24 millas al sur de Roma, cerca de una playa gay y un cuartel militar, la ciudad de clase trabajadora era un centro para trabajadoras sexuales transgénero, muchas de ellas latinoamericanas indocumentadas. Como otros, Laura trabajó en una arboleda. Los clientes la identificaban con los faros y luego la acompañaban a una choza con un colchón. Con el impacto del covid Laura entró en pánico porque debió dejar de trabajar.
Fue a través de otras mujeres trans que trabajaban en el bosque que supo del reverendo Andrea Conocchia, conocido como “Don Andrea”. Un sacerdote liberal originario de Roma, estaba repartiendo comida a los inmigrantes desde el patio interior de la cuadrada Iglesia de la Inmaculada Santísima Virgen.
Entre los que vinieron se encontraban cocineros, mucamas y lavaplatos que habían perdido trabajos no registrados. Una argentina llamada Paola fue la primera mujer trans en presentarse, según el medio Infobae.
“Padrecito”, preguntó con temor detrás de enormes gafas negras, hablando mitad español, mitad italiano. “¿Puedes ayudarme como lo estás haciendo con los demás?”. Al día siguiente, Paola regresó con una amiga. Al otro día, con más. “Padrecito”, aventuró uno de ellos mientras estaba en la oficina del sacerdote otro día, “puede que te hayas dado cuenta o no, pero somos trabajadoras sexuales”.
En esos tiempos, Laura llegó a pie. No tenía automóvil, así que caminó milla y media con una bolsa de compras y esperanza. Don Andrea le pidió su número de teléfono y la animó a irse a casa.
“Te lo juro, trajo de todo: pasta, arroz, azúcar, paté, aceitunas”, recordó. “Todo en cajas. Eran 400 o 500 euros en comida. Me dijo que lo llamara cuando necesitara algo”, relató Laura.
Una carta posibilitó que la ayuda sea fluida y directa
Marcela, una argentina de 40 años, también trabajadora sexual, le escribió una carta a Francisco, gracias a la recomendación del reverendo. El papa respondió.
“Mi querida Marcela, muchas gracias por tu correo electrónico… Os respeto y os acompaño con mi compasión y mi oración. Cualquier cosa en la que pueda ayudarle, hágamelo saber”. La oficina de caridad del papa comenzó a enviar dinero a Torvaianica, además de comida. No fortunas: cien euros aquí, doscientos allá. Pero en la pandemia fue maná del cielo, indicó el informe del medio de comunicación internacional.
Cuando se aprobaron las vacunas, la Oficina de Caridades Papales ofreció citas. Las personas sin documentos de residencia no eran elegibles para recibir vacunas a través del Servicio Nacional de Salud de Italia. Así, el contingente de Torvaianica fue conducido a la inmensidad del Aula Pablo VI para tomar fotografías de los almacenes del Vaticano. “Nos salvaron la vida”, dijo Laura.
El primer encuentro entre Laura y el Papa
Francisco se sentó en una silla de respaldo alto durante su audiencia al aire libre ese día. A su turno, Laura se acercó y lo miró a los ojos. “Soy una transexual de Paraguay”, se expresó pero en italiano. Él sonrió y respondió: “Tú también eres un hijo de Dios”.
Ella le pidió su bendición y él le tocó ambos hombros. “Dios los bendiga”, dijo el Papa. ”Tú también”, respondió Laura.
Posteriormente los encuentros fueron más frecuentes e incluso Laura recibió el lavatorio ceremonial de los pies en la Iglesia de la Inmaculada Virgen María en Torvaianica, Italia, en marzo.