Con una inclinación de 25 grados sobre su cara frontal, no hay más opción que demolerlo. Las cámaras de televisión retransmiten minuto a minuto el desmantelamiento del inmueble, mientras los vecinos de la zona se agolpan tras el perímetro de seguridad, en silencio, para captar la escena con sus teléfonos móviles.
Quizás sea el más simbólico, pero el Urano no es el único edificio de Hualien en este estado. Más de una decena de construcciones de la ciudad han sufrido daños graves a raíz del fuerte terremoto que sacudió el miércoles pasado la costa este de Taiwán, cuyo epicentro se situó a escasos 25 kilómetros de esta localidad.
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Una semana después, este municipio de poco más de 100.000 habitantes intenta pasar página del sismo más fuerte en los últimos 25 años, que ha causado trece muertos, seis desaparecidos y más de 1.100 heridos, así como pérdidas millonarias en el sector turístico.
Una ciudad apagada
El centro de Hualien está prácticamente vacío. El ruido de las grúas y los escombros es lo único que rompe la monotonía de la ciudad. Ni siquiera el mercado nocturno de Dongdamen consigue animar el ambiente: la mayoría de sus puestos están cerrados y sus grandes comedores apenas acogen a un par de personas.
La ausencia de turistas es notoria. Ubicada entre las montañas y las aguas del océano Pacífico, Hualien sirve de base de operaciones para visitar el Parque nacional Taroko, que permanecerá cerrado hasta nuevo aviso debido a los efectos del terremoto.
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El suceso, ocurrido en la víspera de un fin de semana largo, provocó la cancelación de infinidad de paquetes de viaje. De hecho, la asociación de turismo del condado de Hualien estima pérdidas cercanas a los 5.300 millones de dólares taiwaneses (165,7 millones de dólares, 152,75 millones de euros) sólo en abril.
Unas pérdidas motivadas, en gran medida, por la fuerte caída en las reservas de hoteles, cuyo porcentaje de ocupación pasó del 60 al 10 % para este mes. Las perspectivas a medio y largo plazo tampoco son alentadoras: muchos alojamientos han sufrido daños importantes y no saben cuándo volverán a abrir sus puertas, lo que sumado al cierre del Taroko plantea un desafío importante para los negocios de la ciudad.
Impacto emocional
El otro gran impacto, y el más invisible de todos, es el emocional. Si bien no fue tan devastador como el sismo de septiembre de 1999, en el que murieron más de 2.400 personas, el temblor del pasado 3 de abril se llevó por delante varias viviendas, y con ellas las posesiones y los recuerdos de quienes las habitaban.
Muchos vecinos de Hualien han buscado ayuda en los dos refugios administrados por la Fundación Tzu Chi, una ONG taiwanesa con experiencia en ayuda humanitaria. Durante los días posteriores al terremoto, alrededor de 150 lugareños buscaron acomodo en estos centros, en donde recibían apoyo psicológico y ayuda económica.
“Las personas que están en los refugios se sienten cómodas, cuidadas, amparadas”, afirma a EFE Chad Liu, miembro de la fundación. “Mucha gente tiene miedo de estar sola. Esta es la razón por la que, independientemente de que el Gobierno busque alternativas (habitacionales), es necesario que los refugios estén ahí”, agrega.
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Liu vivió en carne propia otro sismo que dejó 17 víctimas mortales en Hualien a principios de 2018. La recuperación de este tipo de catástrofes, dice, es lenta.
“Para la gente que vive en condiciones seguras, en un hogar con ancianos, personas de mediana edad y jóvenes, quizás vaya de cinco a diez años”, manifiesta, aclarando que muchas ayudas, como subsidios para el alquiler o indemnizaciones, se limitan a los meses inmediatamente posteriores al terremoto.
El principal reto de la ciudad, en este contexto, es recobrar la normalidad, pero las huellas del sismo están por todas partes, especialmente en el edificio Urano. Los operarios tardarán más de una semana en demolerlo para evitar daños en los establecimientos cercanos. Una semana en la que Hualien no podrá mirar hacia otro lado.